25 de enero de 2021

La dictadura de la economía

    Nos hemos acostumbrado a malvivir con él y lo consideramos un mal inevitable. Me refiero al capitalismo moderno y global, un sofisticado sistema explotador, contrario a la democracia, que solo persigue beneficios a toda costa. Las entidades supranacionales corporativas han adquirido tanto poder que son capaces de guiar el rumbo de cualquier gobierno con solo una llamada telefónica, porque todos los países, sin excepción, están endeudados con el capital internacional.

El capitalismo siempre ha ostentado el poder de una u otra manera. Desde el inicio de la andadura del homo sapiens, los privilegios de unos pocos, y por lo tanto la creación de la desigualdad, ha sido un hecho recurrente. Algunos filósofos y pensadores se han sumado a la teoría del ‘sálvese quien pueda’. Sin ir más lejos, mi admirado Federico Nietzche veneraba la idea del superhombre en la cual nos vendía, como algo natural, la 'derivación' de los mas débiles para no contaminar las semillas nobles y puras, pero eso sí, disfrazando su peligroso discurso supremacista con una bella prosa poética que yo nunca me he tragado.

El sistema capitalista actual, no solo es la raíz de los graves problemas de convivencia entre civilizaciones y personas, sino que amenaza con destruir el planeta, al que trata como un mero recurso para su beneficio. La preocupación por el cambio climático no es una moda. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el capitalismo salvaje está lapidando nuestro ecosistema. La idea de un crecimiento ilimitado es una estupidez que nos está llevando al desastre. A la vaca apenas le queda leche, pero bueno, ya se encargan los lobbys negacionistas de engañar al personal y calificar de exageraciones esas alarmas ecológicas. Utilizan a rajatabla el 'carpe diem', aunque cada año suba progresivamente la temperatura global de un planeta que muestra sus heridas en los crecientes desastres climáticos. Caricaturizando el hecho de la progresiva destrucción de la tierra, es algo así como el suicida que se tira desde la planta 60ª de un edificio, y un limpia cristales situado en la planta 30ª le pregunta mientras cae: ‘¿Cómo va todo?’, y el suicida le responde: ‘de momento bien’.

La trama capitalista tiene mil caras y combate a sus detractores diseñando barreras defensivas mediante la manipulación, consiguiendo que buena parte de la sociedad se sienta identificada con un sistema cuasi dictatorial. Si hay que conseguir un importante botín, no hay barreras, se actúa por lo civil o por lo criminal. Se derrocan gobiernos si es necesario o se utiliza a los ejércitos afines argumentando haber encontrado cualquier arma de destrucción masiva para que realicen el trabajo sucio. Cuando llega la crisis, frecuentemente provocada por la saturación y la avaricia de los mercados financieros, quien tiene que pagar los platos rotos de los recortes y los ajustes estructurales económicos son los países del tercer mundo, y en nuestra privilegiada sociedad occidental, los ciudadanos de a pie.

La inacción y la resignación de los damnificados ante esta locomotora destructora, es la actitud ideal para el capitalismo, el actual 'presidente' del mundo, imponiendo una ley de la selva que promete conflictos. Quizá mediante la concienciación, la cultura como arma defensiva, la unión de fuerzas y la solidaridad, puede que se atisbe una tibia luz en el horizonte. El poder y los recursos del planeta deben estar repartidos y gestionados por la gente, y no recaer en una élite depredadora. Eso es la democracia.


14 de enero de 2021

Revolución

          Mientras buscaba restos de bocadillos en la playa, una gata negra, erguida sobre el techo de un chiringuito, se dirigió a mi utilizando un extraño idioma que, increiblemente, entendí sin problemas. Con la calma de una figura de porcelana, afirmó que conociendo el gusto musical de cada uno podía hacer un retrato psicológico del sujeto con muy poco margen de error. Su curiosa exposición me hizo lanzarme a su encuentro sin sopesar las consecuencias, como solemos hacer los inocentes mejores amigos del hombre sobre una pelota de tenis.

La invité a mover ficha. Sonrió ligeramente y enumeró con los dedos de sus patas delanteras sus géneros preferidos entre los que estaban: el soul, el funk, el jazz, el rock, el reggae, la bossa nova, música afro, clásica, americana y alguna más que ahora no recuerdo. Era la típica respuesta escondida tras la tinta de un calamar. Con los movimientos de mi morro, intentaba olfatear el sentido de sus palabras, pero intuía que el asunto de la música era solo un pretexto. Sabía que me estaba tendiendo una trampa retórica y esperé a que ampliara su mensaje para desvelar la incógnita X.

Ella leyó mi pensamiento y, sentándose sobre sus patas traseras, argumentó su discurso de manera escalonada cual profesor de filosofía: 'las etiquetas que le damos a las cosas son atajos, artilugios para facilitar el entendimiento de nuestro perezoso cerebro. No hay límites ni divisiones desde un punto de vista atemporal. Ni tú eres un perro, ni yo una gata ni tu dueño un ser humano, aunque alguna vez lo hayamos creído, solo somos una mezcla uniforme que se mueve dentro de una espiral que llamamos tiempo. Tú y yo, si quieres, vamos a luchar contra la principal pandemia que estamos sufriendo desde hace miles de años: los humanos. Pero dicho esto, si te gusta el reggeton ya te puedes ir con tu dueño'.

Nunca había oído hablar a un gato de esa manera. Bueno, de ninguna. Me describió su plan que en un principio me pareció bastante disparatado, pero me mantuvo con la boca abierta durante esos breves minutos. Se despidió dándome su número de wasap y, mirando hacia ambos lados, me aconsejó que lo usara mientras el enemigo estuviera roncando y su móvil accesible. Cuando me confirmó que no íbamos a estar solos en esta revolución, recordé por un momento a Ed Norton y Brad Pitt en El Club de la Lucha. Regresé sospechando que esos restos de bocadillo contenían algún producto alucinógeno debido a la labor de las incansables bacterias, y no sé por qué, cuando vi a mi dueño lanzarme un plato volador, supe que esta vez lo iba a recoger él.

Steppenwolf