27 de diciembre de 2019

El morbo



          Los niños correteaban sin tregua esa mañana de domingo de 1890 en la polvorienta Plaza Mayor. Los puestos de regaliz, coco y frutos secos estaban situados muy cerca de las vallas de madera que separaba a la muchedumbre del patíbulo, donde el verdugo, con la cara ya cubierta por el antifaz, esperaba al reo que se acercaba en carreta desde la cárcel. Las mujeres murmuraban formando corros, y sus maridos, ataviados con sus mejores trajes, vituperaban al condenado que se acercaba acompañado por el cura y por tres funcionarios.

Llegó el momento clave. El condenado, con la soga en el cuello, gritaba, lloraba e insultaba al verdugo, pero el desenlace fue rápido. Se produjo un silencio sepulcral en la plaza cuando el condenado cayó de golpe y, después de unos segundos de balanceo, murió empalmado, siguiendo la misma pauta de anteriores ahorcamientos.

Después del espectáculo, cada uno volvió a su rutina: los niños al descampado, los hombres a la bodega y las mujeres a sus casas. Los últimos en retirarse fueron los polticos y las cadenas de televisión, orgullosos del trabajo bien hecho. El show había convertido el dolor ajeno en dinero y en un montón de votos del rebaño.

16 de diciembre de 2019

Do the right thing


         Viendo la guerra de guerrillas de Barcelona, intentaba averiguar quién era el culpable de la situación: el irresponsable Torra y sus independentistas?, Sánchez?, la gasolina de Casado y Rivera?, el comunista? Todos echan la culpa a los demás y temo que, por descarte, el culpable pueda ser yo. Para aclarar mis ideas he ido a Twitter, he leído todos los diarios de internet, además del ABC y la Razón, y ahora estoy totalmente perdido.

Con toda seguridad la posverdad ha venido para quedarse, la manipulación de las mentes es un negocio. La mayoría de la información que recibimos es interesada, está inclinada hacia un lado o son fakes, y haciendo un balance de los elementos que han modelado nuestro cerebro, tampoco podemos aferrarnos a nuestra supuesta independencia de pensamiento: el 50% es influencia genética, el 20% lo ocupa nuestro entorno social, 10% libros, discos y obras de arte (el Interviú principalmente), 10% anuncios, redes y mensajes subliminales y el otro 10%: la encíclica anual del Papa. Si estos porcentajes son relativamente veraces, no tenemos ninguna capacidad para pensar por nosotros mismos ni podemos discernir entre lo correcto y lo erróneo.

Quienes son los buenos y los malos en las guerras?, suponiendo que haya buenos. Google y su inteligencia artificial planea crear clases sociales más diferenciadas? También tengo serias dudas sobre la realidad y la moralidad de mis decisiones. Dostoievski decía algo así como que ante los ojos de la belleza no existen diferencias entre el bien y el mal, y una de dos, o estaba como yo, o lo tenía muy claro.

Cuando intuyo en voz alta que los estamentos religiosos solo intentan controlar y manipular a las masas, no sé si estoy faltando al respeto a creyentes que persiguen el bien (para ellos?) o solo estoy intentando encontrar mi propio Dios. Mis críticas al capitalismo, del cual formo parte (como mínimo de una manera indirecta), y a las polticas liberales que fomentan la desigualdad, quizá están alentando a los vagos a vivir del esfuerzo de los demás, lastrando el lícito proyecto económico y social de los miembros mas ambiciosos de nuestra comunidad. Cuando he intervenido en una huelga, seguro que he arruinado el día a gente que solo quería realizar su trabajo rutinario, y cuando me he quedado en casa ante una manifestación justa y necesaria, probablemente habré caído en la indolencia de esperar que el mundo cambie sentado en mi sillón, y además, mi amigo Lao Tse me dice que no haga nada.

Ni siquiera el yoga me ha ayudado a reforzar la clarividencia. La meditación elimina los árboles dentro del bosque en el que estamos situados para poder ver con claridad, pero los árboles desaparecen y en el horizonte mi yo no aparece, no existe, es el síndrome del hombre invisible. Me duele reconocercerme en esta célebre frase del Fary: "solo sé que no sé nada", porque esta certeza consciente te puede dejar noqueado durante unos dias.

Ante estos síntomas de ignorancia, no me queda más remedio que admitir que si salgo de mi zona de confort, no sé lo que ocurre en el mundo. Sé que las redes existen, pero no puedo adivinar de qué manera están configuradas y cuál es el riesgo que corro en estos lugares tan peligrosos; no tengo ni idea de como hacer un cocido ni como funciona una cremallera, incluso los libros que he leído me han transmitido un mensaje y su contrario, acabando de lleno en la confusión. Creo que lo único que puedo hacer es fingir conocer todo lo que me rodea y aparentar que mi bagaje cultural acumulado (inexistente), me permite diferenciar entre el bien y el mal, a pesar de no tener ni idea de quién soy.

10 de diciembre de 2019

Enero 2150



         Sin parpadear, perseguía con la mirada los miles de focos que alumbraban la ciudad, elevándose por el espacio hasta chocar con el grueso muro de nubes negras que forman el techo de nuestras noches de veinticuatro horas.
Antes de la guerra nuclear, el sol brillaba sobre calles y parques, y no dejo de preguntarme cual es el límite de nuestro gusto por la destrucción; somos una verdadera lacra para el planeta.

Me inyecté mi dosis diaria de bendiapina para inmunizarme de la contaminación (similar a la morfina pero sin sus efectos secundarios) y, mecánicamente, subí al transportador aéreo aparcado en la fachada de mi apartamento de la planta 42, le dí las coordenadas de mi destino con la orden de voz: Sara, y el vehículo comenzó a volar veloz y silenciosamente entre la lluvia ácida.

Sara estaba radiante como siempre. La besé suavemente y mirándola a los ojos intuí que algo le preocupaba. Ella es ingeniera aeroespacial, le han propuesto que dirija el nuevo proyecto internacional para crear la primera colonia en Marte; la Tierra tiene fecha de caducidad.

- Eso es fantástico cariño, te lo mereces, eres la más preparada para dirigir este proyecto — la felicité cálidamente, pero ella solo mostró una media sonrisa —Qué pasa, cual es la mala noticia? — repliqué nervioso.

- Tengo que formar parte de la tripulación, voy a estar en Marte diez años – dijo ella mirando la copa de esa bebida lechosa de moda.

- Ya has tomado la decisión? – le dije temiendo la respuesta. Ella asintió con la cabeza.

- Ven conmigo, yo lo arreglaré, por favor – dijo con tono de súplica.

- No funcionará, pero no te preocupes, el tiempo pasa muy rápido. Vamos a cenar – le dije mientras la abrazaba.

Han pasado dos semanas desde que se fue y me han parecido dos años. No puedo concentrarme en mi trabajo, he perdido la motivación y a todo el mundo le he dado las excusas más peregrinas para aislarme como un autista. Cuando compré a Sara, me dijeron que era el modelo de robot androide más avanzado; podría pensar por si misma y actuaría sin ningún control por mi parte, lo que no me dijeron es que me quedaría enganchado de ella.

Sara me llamó ayer y me dijo que necesitaban un arquitecto para diseñar la nueva ciudad que iban a construir y que yo era el elegido: "no te puedes negar y, además, podríamos continuar esa conversación sobre un pequeño androide".
No voy a tener más remedio que abandonarlo todo e irme a Marte.........en busca de un robot.


6 de diciembre de 2019

Allanamiento de morada

     
         No recuerdo muy bien cómo entré en ese piso. La terraza estaba abierta y mi curiosidad me introdujo hasta un salón barroco y recargado, más propio de un siglo anterior. Los muebles eran de madera noble, había tomos de escritores rusos y alemanes del siglo XIX minuciosamente ordenados, cuadros de Sorolla y luz amarilla indirecta que se deslizaba discretamente desde los rincones del salón. Sacudido por el síndrome de Stendhal, tomé la arriesgada decisión de esperar al dueño de tan singular morada, quizá para averiguar la frecuencia de onda con la que se comunicaba con el exterior.

El silencio de las noches de verano produce un efecto amplificador en el sonido. Oí, lejanas, las risas de unos adolescentes que repetían el patrón de conducta de miles de generaciones anteriores en un extraño ritual de maduración etílica. El sonido rítmico de un colchón vibraba en el techo del salón. Era la imposición genética de la supervivencia de las especies a cambio de un poco de dopamina. Bendita trampa.

Entre sonidos y reflexiones, apareció el dueño dentro de un pijama amarillo de verano, buscando algo en una de sus fosas nasales y con el dominical del ABC en la mano. Pensé disculparme y decirle que solo había sido un impulso, pero mirándome con cara de terror (él tampoco era muy guapo) y sin previo aviso, se dirigió hacia mí cogiendo una de sus zapatillas y bramando: “¡maldita chicharra!”. Ante ese afectuoso recibimiento y sin esperar ni un solo segundo, salí volando por la misma terraza que había entrado minutos antes y aterricé en mi árbol preferido.

En ese momento pensé que el ser humano estaba sobrevalorado, muy sobrevalorado, pero no me importaba, tenía delante de mí a un par de guapas vecinas grises a las que quería convencer con mi canción de la importancia de la procreación.

Steppenwolf