29 de noviembre de 2019

Conversaciones con Tánatos




             Sin saber muy bien cómo, posiblemente debido a una noche loca llena de sustancias toxicas, me encontraba en un bar con paredes de madera roída, luz verde indirecta y una extraña niebla que flotaba en el aire. El sonido lejano de un piano jazzero brotaba desde el suelo y, todavía aturdido, dirigí mi vista hacia el único cliente que apuraba su copa en la barra. Portaba una tupida barba, vestía una túnica blanca, y me lancé a indagar sobre mi extraña ubicación batiendo mi record de preguntas por minuto, pero el tipo, que se presentó como Tánatos, especialista en muertes y otros avatares, sonrió levemente y con su voz grave, casi de ultratumba, ignoró mis preguntas y amplió mi confusión:

– No se preocupe, no está muerto, pero puede que tampoco esté vivo, si eso es lo que quiere saber. No obstante, cuando uno muere, la muerte no es la suya sino la de los demás, la de los rios verdes y las montañas azules. Mueren las sonrisas de color, las tostadas de mermelada y todo lo demás, y ya ve, tarde o temprano todos pasamos por esa estación y tendremos que aceptar esa certeza. Posiblemente solo le queden algunas décadas de vida, piensa hacer algo para aprovechar realmente el tiempo que le queda?

– No lo sé, no me esperaba su circunloquio, me he quedado en blanco - no entendía por qué me estaba devolviendo mis preguntas - pero ante esa tesitura, intentaría ser mejor persona y querer a todo el mundo, menos a los envidiosos, a los policías, a los prepotentes, a los radicales de izquierdas y derechas, a los equidistantes, a los amantes del reguetón, a los inmaduros, a los cuentavidas, a los que van al gimnasio y a los que no van.

– Usted sabrá, tiene la oportunidad de aprovechar su vida siendo consciente de que se puede acabar en veinte años, o quizás menos. Puede cambiar de trabajo o viajar hasta que se le acabe el dinero, pero siempre va a estar con usted mismo, y esa es la clave. Con su planteamiento, no vislumbro muchos cambios.

– No me estrese, esto no es fácil, necesito algunos años para pensarlo bien.

– Bueno, pues nos vemos.

– Espere! Cómo será mi final?: Un infarto?, durante un polvo en una posición equivocada?, un trozo de carne atascada en la tráquea?, una bala perdida de un antidisturbios?, el cuchillo de cocina de una novia celosa?

– No tenga miedo, encienda el televisor e imagine que está viviendo.

En ese momento noté un toque en el hombro, era el jefe de personal y, como si hablara en ruso, entendí algo así como que la próxima vez que me durmiera en la oficina me iría a la puta calle.


Cuando éramos niños,
los viejos tenían como treinta,
un charco era un océano,
la muerte lisa y llana
no existía.

Luego cuando muchachos,
los viejos eran gente de cuarenta,
un estanque era un océano y
la muerte solamente una palabra.

Ya cuando nos casamos,
los ancianos estaban en cincuenta,
un lago era un océano y
la muerte era la muerte de los otros.

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad,
el océano es por fin el océano,
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Mario Benedetti

20 de noviembre de 2019

Agua en Marte




         Vale, esta mañana me han comunicado que hay agua en Marte, y qué! Eso lo llevo oyendo desde hace veinte aňos. Otra cosa sería que hubieran descubierto en su superficie vodka con naranja, esa sí que sería una noticia en la que yo me involucraría preparando una expedición interestelar. Hasta que no llegue ese momento, por favor, no molestar.

Steppenwolf