13 de febrero de 2020

Singles Bar (3/3)




                 Había recibido varias cartas y al principio era divertido: divagábamos, bromeábamos y a veces desvelábamos nuestros más íntimos secretos. Pero quizá debido a la tolerancia, que en términos médicos significa que cada vez necesitábamos una dosis mayor de contacto, nuestras cartas eran insuficientes y en el horizonte habían aparecido los ojos desafiantes del síndrome de abstinencia. Ayer recibí la última carta y, como siempre, la guardaba para leerla y saborearla al día siguiente mientras desayunaba, como el que espera durante la comida el momento del postre, y esa carta decía así: “…………....ya sé que hicimos un trato, pero no puedo mantenerlo, no quiero seguir con las cartas, quiero verte. Me da igual que nos odiemos dentro de dos o tres años y que nos tiremos los platos a la cabeza. Voy a ir el sábado por la mañana a tu casa, y si no me recibes y prefieres tirarme los platos directamente, lo entenderé, pero espero que sean de plástico”.
Reconocí inmediatamente mis antiguos nervios adolescentes y los pensamientos estresantes parecían no tener fin: “hoy es sábado, son las once y todavía no me he duchado”, “¿el vestido azul o los vaqueros?”, “debería ordenar un poco la casa”………....en ese preciso momento sonó el timbre y mis pulsaciones comenzaron a rebotar en mis venas. Mientras me abrochaba el batín y apartaba de mi cara los rizos, abrí la puerta casi temblando y ….……… era él. Nos miramos sin hablar durante unos segundos y comenzó a sonreír con sus ojos rasgados. Yo lo atraje hacia mí agarrándolo de la cintura mientras nos besábamos como si de esos besos dependiera nuestra vida. La cuenta atrás había comenzado, ya no queríamos una relación para siempre, solo queríamos quemarnos hasta que se acabara el combustible; todo tiene un final, era así de simple. 
No pudimos llegar a la habitación, esos diez metros de distancia eran kilómetros, pero nos acogió el pobre sofá del salón que no tenía culpa de nada.
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        Nunca había escrito un libro para nadie, y ahora soy lo que coloquialmente se llama ‘un negro’, pero lo que no imaginaba es que lo tuviera que escribir para una mujer y relatado en primera persona en un ejercicio de travestismo mental. El encargo era para Laura Lujan, presentadora del Canal Siete y mujer del dueño de Construcciones Hispania. Esa noche quedé con Víctor, mi excéntrico editor, en el lugar donde partió la historia, el Singles Bar, para recibir el esperado talón de cincuenta mil euros, tomar unas copas y también me pidió que llevara mi agenda porque iba a proponerme un encargo de otra mujer. A pesar de que no me hacía mucha gracia que mi nombre no apareciera por ningún lado, era dinero fácil por escribir algo más de doscientas paginas de historias románticas, muy alejadas de mi estilo y de los temas turbulentos en los que suelo sumergirme, además, Víctor siempre me ha ayudado en los peores momentos colocando mis libros en las principales librerías y, sin duda, su influencia ha contribuido positívamente en las criticas hacía mi; no podía negarme a sus extrañas peticiones.
Estaba anotando algunas modificaciones para una posible segunda edición del libro cuando mi copa cayó bruscamente empujada por el bolso de una pelirroja que pasaba junto a mi mesa. Me levanté inmediatamente intentando evitar que el whisky cayera sobre mis pantalones y le dije: ”no te preocupes, pediré otra copa, no pasa nada". Ella se sentó en la mesa de al lado y se disculpó diciéndome que no estaba teniendo una buena noche y estaba un poco descentrada. Después de intercambiar comentarios sobre el incidente, me pidió permiso para sentarse en mi mesa porque corríamos el riesgo de quedar afónicos. Era curioso, parecía que estábamos viviendo uno de los episodios del libro y además en el Singles Bar. Me preguntó si había arruinado lo que estaba escribiendo en su agenda, y yo le dije que solo eran apuntes para un libro.
¿Qué hace un escritor en un sitio como este? —preguntó.
Al oír su pregunta me quedé helado. ¡Estaba viviendo el mismo guion del libro, no podía ser! ¿Era una casualidad, era una fantasía, o quizá dios me enviaba un mensaje? Hasta ese día había sido un ateo pragmático que no creía en las casualidades, pero……¿cuál era la explicación?
Estoy esperando a mi editor……...se ha empeñado en quedar aquí en el Singles Bar ……...que es el punto de partida del libro —le respondí casi en estado de shock y sin saber muy bien lo que decía.
El motor turbo de mi cerebro se estaba gripando. Ese libro todavía no estaba a la venta y, además, nadie sabía que lo había escrito yo, ella no podía tener esa información. ¿Era posible escribir algo que sucedería exactamente en el futuro? ¿Sería humana esta guapa pelirroja? En medio de mi confusión, ella intentó taparse la boca pero no impidió que explotara su risa desbocada.
Soy Carmen, la prima de Víctor, todo es una broma, espero que no te enfades —me dijo riendo y besándome en la mejilla a modo de desagravio—, y para compensarte, aquí tengo un talón a tu nombre con mucho ceros.
Gracias —le dije riendo—, lo has hecho muy bien, me lo he tragado de principio a fin, creía que me estaba volviendo loco.
Yo también escribo; la verdad es que le pedí a Víctor que nos presentara, estaba deseando hablar contigo sobre tus libros, y después de leer el borrador de Singles Bar se me ocurrió la broma. Por cierto, si otra vez vuelves a escribir un libro encarnado en el sexo opuesto, creo que te podría enseñar varias armas de mujer que estoy segura que desconoces.
Vale, pero ¿tú que elegirías conmigo: amistad o sexo? —le pregunté sonriendo y parafraseando el texto del libro.
Eso tendrás que averiguarlo.

11 de febrero de 2020

Singles Bar (2/3)

          


        Estuvimos conversando de mesa a mesa sobre el incidente hasta que me pidió permiso para sentarse en mi mesa argumentando que corríamos el riego de quedarnos afónicos. De verbo fácil, irónico, atractivo y educado, no parecía pertenecer al tipo de ganado que abundaba en ese lugar. A mí pregunta sobre la agenda, me dijo que escribía apuntes para un libro. 

—¿Qué hace un escritor en un sitio como este? —le pregunté irónica.

—Podría preguntarte más o menos lo mismo, pero bueno, sí, soy un cuenta historias, por el día escribo y por la noche preparo lo que voy a escribir el día siguiente inspirándome en tugurios como este. Ahora estoy escribiendo sobre singles, por eso estoy aquí, para informarme de primera mano de todo lo que se cuece por aquí, haciendo casi de espía.


—No me incluyas en el grupo, estoy aquí..…....digamos que por una pésima elección —intenté salir de su mira telescópica.

Bueno, para que lo voy a negar, yo soy un single, estoy afortunadamente separado y poco a poco he desarrollado una clara alergia a los contratos. Cuando me invitan a una boda y veo a las víctimas, no puedo dejar de sentir pena por ellos.

—Sí, yo también estoy separada, y desde luego ya no busco al príncipe azul. La convivencia es complicada, y la relación de pareja eleva esta dificultad hasta el nivel diez; es tóxica, una lucha de egos, es un viaje destinado al fracaso. ¿Cuantos ejemplos quieres que te ponga sobre la mesa además del mío? —le dije riendo.

—Solo los que hayan tenido éxito, así acabamos antes —reía acompañando mi risa.


—No te interesará una mánager para relanzar tu carrera literariale pregunté con algo de sorna.

Gracias por tu proposición pero no te podría pagar, apenas puedo mantenerme yo. Si no fuera por el pluriempleo no podría vivir de mis libros, pero no me quejo, muy pocas personas pueden decir que trabajan en lo que les gusta, además, cuando escribo puedo ser Dios dentro del universo del libro. Decido quién es el protagonista, el color de ojos de ella, donde y cuando se van a producir los encuentros casuales de los personajes. Si quiero puedo hacer caer desde un cielo gris una fina lluvia sobre el asfalto de una calle vacía, y puedo desnudar los pensamientos de cualquier personaje solo con rescatar imágenes de sus sentimientos. Al fin y al cabo escribir es principalmente una terapia, un tubo de escape que evita que las dudas y las contradicciones se queden anquilosadas en el interior.

Me gustaba como desarrollaba sus argumentos, como movía sus manos y como cerraba sus ojos casi orientales cuando sonreía. Habían pasado dos horas a la velocidad de la luz y me sentía tan cómoda con su compañía que apenas escuchaba la desastrosa música del local, y si la gente que había a nuestro alrededor hubiera sido abducida por alienígenas, seguro que no me habría dado cuenta.


Aprovechando que hablo con Dios, ¿no podrías haber perfeccionado un poco más nuestro cerebro?, porque te has lucido con el ser humano, tu invento biológico le pregunté irónica.

Siempre me han malinterpretado, el humano es el malo dentro de mi creación dijo siguiendo la broma—, el matrimonio ‘hasta que la muerte nos separe’ del que hemos hablado, es producto de los homo sapiens, no mía. Científicos y psicólogos opinan que la atracción entre dos personas no dura más de tres años en el mejor de los casos. Para que funcione una pareja, dando por hecho que los cerebros estén mínimamente equilibrados, deberían convivir como máximo un par de días al mes, después, cada uno en su casa, y así estoy seguro que tenemos una pareja feliz para años. Puede que las relaciones sexuales y los vínculos de amistad funcionen mejor de manera separada, así sabríamos a que atenernos y que relación elegir sin tener que cargar con todo el pack. Esa es mi receta.

—Y tú, que elegirías conmigo: ¿amistad o sexo? —le dije con malicia.

—Contigo apostaría por una relación platónica, porque a pesar de no conocerte apenas, pareces tan especial que no me arriesgaría a perderte si primero consigo tenerte. Bueno, ahí va mi proposición: sexo durante una sola noche y comunicación mediante una carta escrita a mano, una vez al mes, y no vernos nunca más. ¿Qué me dices? me dijo mirándome directamente a los ojos.

¡Estaba hablando en serio! Era una proposición indecente, lo sabía, pero había algo en él y en sus palabras que me incitaba a participar en el juego. Después de mantener su mirada, sonreí y acepté su trato con un beso. 

Acabamos en su casa, y esa noche descubrí que era la persona que había estado esperando toda mi vida......…..pero habíamos acordamos no volver a vernos.

9 de febrero de 2020

Singles Bar (1/3)



         Siempre me he considerado una mujer activa e involucrada en diversos proyectos, pero parece que con el paso de los años me he quedado en punto muerto. Puede que el cambio hormonal y la falta de dopamina producida por la maldita menopausia me haya robado parte de la ilusión y el coraje necesario para seguir en primera línea, además, mis relaciones personales están a mitad de camino entre el desastre y la inactividad, lo que me lleva a estar a un paso de tirar la toalla. Después de casi veinte años de un matrimonio que prometía, pero que acabó siendo anodino y rutinario, y de varias relaciones que no duraron más de seis meses, a mis cincuenta años ya no estoy dispuesta a aceptar actitudes machistas de aquellos que se declaran feministas en público pero que en el fondo no quieren perder los privilegios heredados del macho ibérico.

Desde que acabó el verano est
uve viviendo el día de la marmota: de casa al trabajo, del trabajo a casa, un par de horas en internet, series de Netflix y vuelta a empezar. Pero decidí cortar el círculo vicioso abandonando las redes y jubilando la televisión para apuntarme a la vida real a tumba abierta. Todavía me considero un mujer atractiva, pero no estoy dispuesta a pasar por un casting de autoestima constante porque una sociedad patriarcal nos pida una puesta en escena impecable en cada momento: depilaciones, peluquería o maquillaje, como si tuviéramos que estar siempre dispuestas para rodar Pretty Woman. Enfundada en mi chándal de runner novata, regresé del footing agotada, reflejando en mi rostro los gestos de dolor de este invento llamado ejercicio físico, con el pelo chorreando de sudor, la boca seca por la deshidratación y la ropa interior empapada. Si, esa soy yo, la original, un ser humano diferente al resto e inevitablemente igual a todos los demás.

Cándida es otra separada
de la que suelo huir habitualmente; experta en quedadas de singles y otros saraos, y a pesar de que nunca me ha dado buen pálpito, ese día me convenció para ir al Singles Bar, un disco-pub situado en la playa. Antes de abandonar el parking y todavía dentro de su desordenado coche, Cándida comenzó a prepararse para el combate en un ritual de gestos automáticos, acicalándose el cabello, utilizando mecánicamente el carmín y el spray de colonia, colocándose con precisión el sujetador y pasando revista al resto de sus armas. Siempre había tenido la dudosa virtud de elegir mal, me sucede de serie, y parecía que esta vez no iba a ser una excepción. Pero bueno, ya estábamos allí.


La estrategia de Cándida, que actuaba de maestra de ceremonias,
era bastante previsible. Insistió en que nos sentáramos en el centro de la gran barra que había junto a la pista de baile, y a los a los pocos minutos ya teníamos a dos individuos junto a nosotras. Parecían salidos de alguna película de Santiago Segura, vestidos con ropa 'moderna' y con un aliento alcohólico muy acusado. Cándida ya los conocía y comenzó a hacer manitas, totalmente desinhibida, con uno de ellos. El que me tocó a mí me contaba historias fantásticas de superhéroes: “La última vez que estuve con una mujer me dijo que no sabía lo que era un hombre hasta que estuvo conmigo”. Este era el nivel.
Haciendo de tripas corazón, los acompañé brevemente a la pista bailando el 'despacito'. Cándida me separó ligeramente de ellos y me propuso que nos fuéramos los cuatro a su casa, pero viendo el panorama, le contesté que ni de coña. Ella me miró durante unos segundos con cara de fastidio y me dijo que se iba con uno de ellos. El otro cromañón había oído la conversación y me endosó un codazo diciendo: “Venga, no te hagas la estrecha”, a lo que contesté sin elaborar demasiado mi respuesta: “¿Por qué no te vas a tomar por culo y compruebas si te gusta?". Recibí miradas poco amistosas y los tres desaparecieron dejándome sola en medio de la barra de un bar de singles.
Estaba fuera de lugar, en el sitio erróneo y con las personas equivocadas, como era habitual en mí. Me sentía extraña con los más jóvenes, demasiado joven con los de mi edad, incomoda cuando estaba rodeada de gente y cuando estaba sola echaba de menos a esa persona a la que no encontraba. Buscaba ese ente misterioso llamado 'mi sitio' y parecía que en ese antro no lo iba a encontrar.

Huyendo de los focos, me dirigí a la mesa más escondida posible, sincronizando el tiempo que iba a permanecer en el Singles Bar con el sorbo final de mi gin tonic. Para colmo de males, tiré con el bolso la copa que había en la mesa de al lado sobre la única persona que no gritaba en ese puto club y que estaba escribiendo algo en una agenda. ¡Tierra, trágame!
Antes de disculparme, se levantó con su agenda chorreando de whisky y me dijo: "No te preocupes, pediré otra copa y limpiarán la mesa; ojalá todo se solucionara tan fácilmente,
¿no crees?"

Steppenwolf