Siempre
me he considerado una mujer activa e
involucrada en diversos proyectos,
pero parece que con el paso de los años
me he quedado en punto muerto. Puede que el cambio hormonal y la
falta de dopamina producida por la maldita menopausia me haya robado
parte de la ilusión y el coraje necesario para seguir en primera
línea, además, mis relaciones
personales están a mitad de camino
entre el desastre y la inactividad, lo
que me lleva a estar a un paso de tirar la toalla.
Después de casi
veinte años de un matrimonio que
prometía, pero
que acabó siendo anodino y rutinario, y de varias relaciones que no
duraron más de seis meses, a
mis cincuenta años ya no estoy dispuesta a aceptar actitudes
machistas de aquellos que se declaran feministas en público pero que
en el fondo no quieren perder los privilegios heredados del macho ibérico.
Desde que acabó el verano estuve viviendo el día de la marmota: de casa al trabajo, del trabajo a casa, un par de horas en internet, series de Netflix y vuelta a empezar. Pero decidí cortar el círculo vicioso abandonando las redes y jubilando la televisión para apuntarme a la vida real a tumba abierta. Todavía me considero un mujer atractiva, pero no estoy dispuesta a pasar por un casting de autoestima constante porque una sociedad patriarcal nos pida una puesta en escena impecable en cada momento: depilaciones, peluquería o maquillaje, como si tuviéramos que estar siempre dispuestas para rodar Pretty Woman. Enfundada en mi chándal de runner novata, regresé del footing agotada, reflejando en mi rostro los gestos de dolor de este invento llamado ejercicio físico, con el pelo chorreando de sudor, la boca seca por la deshidratación y la ropa interior empapada. Si, esa soy yo, la original, un ser humano diferente al resto e inevitablemente igual a todos los demás.
Cándida es otra separada de la que suelo huir habitualmente; experta en quedadas de singles y otros saraos, y a pesar de que nunca me ha dado buen pálpito, ese día me convenció para ir al Singles Bar, un disco-pub situado en la playa. Antes de abandonar el parking y todavía dentro de su desordenado coche, Cándida comenzó a prepararse para el combate en un ritual de gestos automáticos, acicalándose el cabello, utilizando mecánicamente el carmín y el spray de colonia, colocándose con precisión el sujetador y pasando revista al resto de sus armas. Siempre había tenido la dudosa virtud de elegir mal, me sucede de serie, y parecía que esta vez no iba a ser una excepción. Pero bueno, ya estábamos allí.
La estrategia de Cándida, que actuaba de maestra de ceremonias, era bastante previsible. Insistió en que nos sentáramos en el centro de la gran barra que había junto a la pista de baile, y a los a los pocos minutos ya teníamos a dos individuos junto a nosotras. Parecían salidos de alguna película de Santiago Segura, vestidos con ropa 'moderna' y con un aliento alcohólico muy acusado. Cándida ya los conocía y comenzó a hacer manitas, totalmente desinhibida, con uno de ellos. El que me tocó a mí me contaba historias fantásticas de superhéroes: “La última vez que estuve con una mujer me dijo que no sabía lo que era un hombre hasta que estuvo conmigo”. Este era el nivel.
Desde que acabó el verano estuve viviendo el día de la marmota: de casa al trabajo, del trabajo a casa, un par de horas en internet, series de Netflix y vuelta a empezar. Pero decidí cortar el círculo vicioso abandonando las redes y jubilando la televisión para apuntarme a la vida real a tumba abierta. Todavía me considero un mujer atractiva, pero no estoy dispuesta a pasar por un casting de autoestima constante porque una sociedad patriarcal nos pida una puesta en escena impecable en cada momento: depilaciones, peluquería o maquillaje, como si tuviéramos que estar siempre dispuestas para rodar Pretty Woman. Enfundada en mi chándal de runner novata, regresé del footing agotada, reflejando en mi rostro los gestos de dolor de este invento llamado ejercicio físico, con el pelo chorreando de sudor, la boca seca por la deshidratación y la ropa interior empapada. Si, esa soy yo, la original, un ser humano diferente al resto e inevitablemente igual a todos los demás.
Cándida es otra separada de la que suelo huir habitualmente; experta en quedadas de singles y otros saraos, y a pesar de que nunca me ha dado buen pálpito, ese día me convenció para ir al Singles Bar, un disco-pub situado en la playa. Antes de abandonar el parking y todavía dentro de su desordenado coche, Cándida comenzó a prepararse para el combate en un ritual de gestos automáticos, acicalándose el cabello, utilizando mecánicamente el carmín y el spray de colonia, colocándose con precisión el sujetador y pasando revista al resto de sus armas. Siempre había tenido la dudosa virtud de elegir mal, me sucede de serie, y parecía que esta vez no iba a ser una excepción. Pero bueno, ya estábamos allí.
La estrategia de Cándida, que actuaba de maestra de ceremonias, era bastante previsible. Insistió en que nos sentáramos en el centro de la gran barra que había junto a la pista de baile, y a los a los pocos minutos ya teníamos a dos individuos junto a nosotras. Parecían salidos de alguna película de Santiago Segura, vestidos con ropa 'moderna' y con un aliento alcohólico muy acusado. Cándida ya los conocía y comenzó a hacer manitas, totalmente desinhibida, con uno de ellos. El que me tocó a mí me contaba historias fantásticas de superhéroes: “La última vez que estuve con una mujer me dijo que no sabía lo que era un hombre hasta que estuvo conmigo”. Este era el nivel.
Haciendo
de tripas corazón, los acompañé brevemente a la pista bailando el
'despacito'. Cándida me separó ligeramente de ellos y me propuso
que nos fuéramos los cuatro a su casa, pero viendo el panorama, le
contesté que ni de coña. Ella me miró durante unos segundos con
cara de fastidio y me dijo que se iba con uno de ellos. El
otro cromañón había
oído la conversación y me
endosó un codazo diciendo:
“Venga, no te hagas la estrecha”, a lo que contesté sin elaborar
demasiado mi respuesta: “¿Por qué no te vas a tomar por culo y
compruebas si te gusta?". Recibí miradas
poco amistosas
y los tres desaparecieron dejándome sola en medio de la barra de un
bar de singles.
Estaba
fuera de lugar, en el sitio erróneo y con las personas equivocadas,
como era habitual en mí. Me sentía extraña
con los más jóvenes, demasiado joven con los de mi edad, incomoda
cuando estaba rodeada de gente y cuando estaba sola echaba de menos
a esa persona a la que no encontraba. Buscaba ese ente misterioso
llamado 'mi sitio' y parecía que en ese antro no lo iba a
encontrar.
Huyendo de los focos, me dirigí a la mesa más escondida posible, sincronizando el tiempo que iba a permanecer en el Singles Bar con el sorbo final de mi gin tonic. Para colmo de males, tiré con el bolso la copa que había en la mesa de al lado sobre la única persona que no gritaba en ese puto club y que estaba escribiendo algo en una agenda. ¡Tierra, trágame!
Antes de disculparme, se levantó con su agenda chorreando de whisky y me dijo: "No te preocupes, pediré otra copa y limpiarán la mesa; ojalá todo se solucionara tan fácilmente, ¿no crees?"
Huyendo de los focos, me dirigí a la mesa más escondida posible, sincronizando el tiempo que iba a permanecer en el Singles Bar con el sorbo final de mi gin tonic. Para colmo de males, tiré con el bolso la copa que había en la mesa de al lado sobre la única persona que no gritaba en ese puto club y que estaba escribiendo algo en una agenda. ¡Tierra, trágame!
Antes de disculparme, se levantó con su agenda chorreando de whisky y me dijo: "No te preocupes, pediré otra copa y limpiarán la mesa; ojalá todo se solucionara tan fácilmente, ¿no crees?"
Uff que pereza buscando pareja despues de 20 años y en esos sitios, y con esa generación que predomina el machismo. Bueno esperaremos a la continuación
ResponderEliminarPor cierto me gusta mucho la canción.😘😘
Ella no quería ir :))
EliminarEscuchar a Tracy Chapman es como leer un buen libro en el que te duele la realidad. La negra, así la llamaba mi hija cuando tenia un par de años.
Me gusta tu texto mucho
ResponderEliminarTiene realidad
.
Nos pasa.
te pasa.
es normal
Querete mucho
date regalos
y viví el now
es la única manera de ser feliz
sin apegos que nos matan
abrazos van
Otro abrazo para ti.
EliminarTe felicito por lo bien que te metes en el personaje de la mujer. Hay un párrafo que usaría para describirme (y no, no es el de Cándida arreglándose para entrar al Singles Bar).
ResponderEliminarComo vengo de leer la tercera parte y ahora esta primera, parte de lo que ocurre (el bolso tirando el vaso) lo leo "reconociéndolo".
Voy a por la segunda
Beso
Agradezco tus palabras, pero sabes solo he tocado la superficie en ese universo insondable y misterioso de la mujer.
ResponderEliminarUn beso