29 de marzo de 2020

Enemigos invisibles


       Perdido entre tés y otras hierbas milagrosas, la dependienta de la herboristería me rescató y me convenció para que comprara un bote de probióticos con el argumento de que este producto era mucho más potente que los modestos antioxidantes que contenía el té y, además, me garantizaba una salud de hierro durante un par de meses. Leyendo las breves instrucciones que tenía el bote, me quedé perplejo, alucinado: cada cápsula contenía 15 billones de bacterias amistosas.

Esto no lo sabe nadie, pero tengo la manía de contar todas las cosas, por ejemplo, cuando voy a hacer una paella, cuento uno por uno todos los granos de arroz, no puedo evitarlo, es una información que debo conocer, pero eso de contar 15 billones de bacterias es para quitarse el sombrero.
Sin pensarlo dos veces, llamé al laboratorio sueco que fabrica los probióticos, con mi inglés de my taylor is rich, para conocer a mi alma gemela, a esa persona que había contado las bacterias de cada cápsula, pero de manera imprevista, mi interlocutor me recomendó una conocida práctica homosexual y me colgó. Los suecos tienen fama de ser muy civilizados pero realmente no tienen educación.

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Paciencia, prudencia y mucho ánimo, y no olvidéis la clase de zumba online todas las mañanas.


Steppenwolf