31 de julio de 2011

Explosiones rojas sobre ciudades desiertas


                 "En la tercera guerra mundial se utilizarán las armas nucleares.
                  En la cuarta, las armas serán las piedras. (Einstein)"  

        Truman no era consciente de que al ordenar el ataque nuclear a Hiroshima y Nagasaki se convertiría en uno de los mayores genocidas de la historia. Los militares americanos y él mismo, sabían muy bien que no era necesario lanzar las bombas para ganar la guerra, Japón había manifestado su intención de rendirse y la guerra ya estaba ganada virtualmente. Los norteamericanos justificaron su ataque nuclear argumentando un gran ahorro de vidas humanas al provocar el fin de la guerra, pero este razonamiento no deja de ser un intento pueril y descarado de manipulación. Las bombas se lanzaron para decirle al mundo que poseían el arma más mortífera jamás construida y habría que tener cuidado con ellos, era un mensaje implícito para los rusos. La venganza fue otro motivo, una factura desproporcionada por el ataque de los japoneses a la flota estadounidense en Pearl Harbor.
Asesinaron de la manera más monstruosa a casi trescientos mil civiles inocentes solo para realizar un movimiento de ajedrez. ¿Que valor tenía una vida humana para esos estrategas de la guerra y del exterminio masivo de civiles? Seguramente cero.

         Bajo una campaña propagandística, se ocultaron todas las espeluznantes imágenes de los miles de civiles muertos y se prohibió al derrotado gobierno japonés que exhibiera fotos de las victimas del genocidio, solo se podían ver imágenes de las dos ciudades desiertas y para rematar la estrategia del lavado de imagen, los americanos ayudaron económicamente en la reconstrucción de las ciudades destruidas como un acto de extraña solidaridad. Meses más tarde los periódicos se llenaron de fotos de la barbarie del Holocausto de Hitler, lo que contribuyó a tapar, silenciar y justificar el otro gran horror de la segunda guerra mundial, el ataque a Hiroshima y Nagasaki, una vergüenza que acompañará siempre a la raza humana.
        Estados Unidos ostenta el dudoso honor de ser el único país que ha utilizado armas nucleares contra la población, y ahora nos toca presenciar resignados como ellos deciden quien puede y quien no puede tener armas de destrucción masiva. ¿Desde cuando los lobos cuidan de las ovejas?



             

21 de julio de 2011

Taxista Nocturno

            
     
        Mientras preparaba las oposiciones, trabajé en el taxi de mi suegro de diez a dos de la madrugada. Ganaba lo suficiente para pagar el alquiler y los gastos fijos del piso. Fue un año intenso, con fases en las que estuve cerca de la desmoralización, estudiando como un animal, rodeado por todo el té del mundo y algunas pastillas de la vigilia. Conducir el taxi me sirvió para desengrasar de tantos apuntes, para romper la rutina y conocer a la gente más variopinta de la ciudad. Yo diría que en alguna ocasión he tenido que ejercer de confesor y hasta de cómplice.

        La conversación más recurrente con los clientes para romper el hielo solía ser la del tiempo, "este año el calor ha empezado antes", "si pones un huevo en el suelo se fríe". El tiempo siempre ha sido un clásico para empezar a hablar, aunque algunos no soltaban ni una sola palabra en todo el trayecto. Los mudos formaban un alto porcentaje dentro de mis clientes, esos que no seguían el hilo de mi primer acercamiento verbal. Miradas aleatorias persiguiendo sombras a través de la ventana, actitudes nerviosas realizando movimientos circulares con los pulgares, respiraciones profundas y suspiros significativos, incluso a más de una se le ha escapado un sollozo entrecortado. El silencio es sagrado y hay que respetarlo.


        Los perfumes en el taxi son sensaciones que todavía recuerdo bien y que se han convertido en fetiches desde entonces. No quiero usurpar el personaje principal del libro de Süskind, pero podía adivinar la edad, estado civil e incluso el caracter por el tipo de perfume. Cuanto más joven era la mujer, su perfume era mas fuerte, más penetrante. Las mujeres de mediana edad demostraban su clase con perfumes suaves rescatados de algún paraíso, tan sugerentes que podían dejarte en blanco durante unos segundos. Las maduras, volvían a los perfumes fuertes y otra vez tenía que abrir discretamente la ventanilla.
Por el contrario, algunos de los clientes pecaban de una falta de higiene mortal, nunca mejor dicho. Del asiento trasero se desprendían olores a requesón podrido, a piorrea en estado terminal, a bocadillos de salami derretidos por el sol, a sudor de tres días almacenado en axilas peludas, a chocho de vieja y a semen derramado en calzones tricolores que una vez fueron blancos. No me quedaba más remedio que echar mano de mi mejor amigo en estos casos, el ambientador de pino en spray.

         La oscuridad se cerraba sobre la ciudad  y en la zona de playas y clubs, la noche resplandecía con insinuaciones de neón. Las mujeres de la noche eran mis mejores clientes, todas ellas sin excepción tenían algo interesante que rescatar, su sentido del humor, su profundidad llana, abrumadora, sus filosofía mundana, su terrible soledad y sus dramas familiares donde siempre aparecía la figura del chulo que se les había cruzado en el camino. Ellas son victimas de enfermedades llamadas mafias, explotación,  machismo e hipocresía, mucha hipocresía.
 
        Un cliente de aspecto maduro y tranquilo que frecuentaba los clubs nocturnos, me explicaba su actitud hacia ellas mientras lo llevaba a un club:

       - Sé que su trabajo es duro e ingrato, pero yo nunca las trato como esclavas sexuales, más bien como viejas amigas, aunque sé que desde cualquier punto de vista yo soy un cliente más, pero ya ves, mi conciencia está tranquila.

        - Es difícil saber si los que solicitan los servicios de las prostitutas son realmente otro eslabón de la cadena que las esclaviza - le insinué.

        - ¿Estás casado? - me preguntó.

        - Si  - le contesté lacónico, evitando entrar en temas personales.

        - Si no lo estuvieras y tu forma de vida no fuera compatible con una relación estable, quizás las visitarías de vez en cuando, pero te entiendo, eres joven, pareces feliz, puede que vivas una fase romántica. Mira, tengo sesenta años, felizmente separado, estoy de vuelta de todo y me río de la palabra amor. He conocido a prostitutas inteligentes, cariñosas, con personalidad y con más cultura que cualquiera de las momias del congreso de los diputados, y por supuesto mucho más atractivas. Si puedes tener a mujeres inteligentes, bellas y no tienes que cargar con su lado oscuro, qué más puedes pedir, ¿no es una bendición de dios? 

         Le sonreí como respuesta a su pregunta y paré el taxi en el club Sirena Azul de Santa Pola. La carrera eran 410 pesetas, me dio quinientas pesetas y cuando me iba se acercó a la ventanilla y me dijo en voz baja:

            - ¿Si puedes comprar la leche, porqué vas a comprar la vaca? 

        Se alejó riendo y saludando con la mano a modo de despedida hasta que entró en el tugurio. Como si estuviera hipnotizado, me quedé mirando la puerta del club mientras en mi mente seguían flotando sus palabras sobre los productos lácteos.


16 de julio de 2011

La filosofía de las matemáticas



         Soy el numero 6, un numero natural, par, entero y racional, aunque algunos se empeñan en asegurar que soy la semilla del diablo. No tienen ninguna base para decir ese dislate, pero ya sabemos como son las supersticiones y las creencias en el más acá. Mi primo, el numero 666, carga con la vitola de ser la reencarnación del diablo. Me consta que es muy buen chaval, puede que con un look un poco gótico, pero cada uno puede ir como le dé la gana, no faltaría más.
 Los números solo tenemos un dios, se llama Uno, dicen que andaba por el agua y la convertía en vino, en fin, que tenía poderes como Superman. Aunque mi intención no es mostrar una irreverencia iconoclasta contra el dios Uno, solo mantengo la teoría de que la religión es un instrumento de manipulación, como cualquier otro.

         Los números trascendentes son buenos amigos míos, filósofos que siempre miran por encima de la lógica, se elevan y vuelan hasta el espacio. Las malas lenguas dicen que estos números se toman algo, pero yo se que no es así, les gusta vestirse de poetas numéricos buscando la belleza en las palabras. Otra familia peculiar es la de los números infinitos, arguyen que su inmortalidad implicaría ineludiblemente la eternidad de la vida. Según sus teorías, estaríamos subidos en un bucle sin fin, dando vueltas a una circunferencia perfecta y pasando una y otra vez por los mismos caminos. Desde luego es una perspectiva siniestra, si alguna vez se demuestra, prefiero ignorarla.

         Desde hace algunos años, los números más viejos presionan al gobierno para conseguir la legalización de la eutanasia numeral, están hartos de vivir y la adrenalina apenas aparece por su sangre. Estarían dispuestos a reencarnarse en otros seres, aunque fueran tan sórdidos como los homínidos. La idea de la rencarnación enlaza con la teoría de los números trascendentes que sugieren la posibilidad de que puedan coexistir realidades paralelas, como la vida microscópica que hay dentro de un arbol, esos cuatro o cinco niveles de vida no tienen comunicación entre ellos, ignoran la existencia de los demás a pesar de haber una concurrencia tan intensa a su alrededor como la del festival de Woodstock.
Los viejos están algo confundidos con tanta conjetura existencial, ellos lo que realmente quieren conocer es la muerte, la imaginan como un gran lago negro, plácido y majestuoso, rodeado de silencio. Debe ser maravilloso vivir allí..... una temporada.

        Los imaginarios son los números con los que más me identifico, siempre subidos en la utopía y en los sueños. Son capaces de crear mundos de la nada, de tender vínculos de amistad con las hojas de otoño que descienden lentamente desde los árboles, pueden bailar con la luna en las noches de verano y siempre consiguen nuevas razones para seguir viviendo.  

      
                                                                  

9 de julio de 2011

La última corrida



         ¿Cuando dejarán de matar animales bajo el vergonzoso amparo del arte y de la noble cacería?  Los animales no son payasos ni su habitat natural son las jaulas. Pienso, reflexiono y deseo que de una vez se ponga fin a la tortura sistemática de los animales solo por diversión, y si los niños quieren ver animales, habrá que llevarlos a reservas naturales, a África, yo que sé.
 Hay que cerrar los circos y zoológicos, por respeto a ellos y a nosotros mismos.




Herida la fiesta nacional ya prohibida,

 los toros aplauden, el respetable llora.


Hoy es la despedida, la ultima corrida, 

pero hay mejores plazas a estas horas,

y ahora me encuentro en tu guarida.



Aterrizo entre el humo de la niebla,

hechicera privada de magia negra,

mantis religiosa, depredadora nocturna,

 disfrazada 
con tu mascara veneciana , 

fingiendo ser una niña mimada.



Lenta y sinuosa es la escalada,

salvando escollos dulces y salados,

me recreo en las curvas del deseo,

rozo con el mío, tu vientre de seda,

estrellas de colores dibujan tu estela.



Como pálidos samuráis nos miramos,

sin espadas, sin temor a la  muerte,

esperando la violencia de los cuerpos,

 en mi lucha por invadir lo más profundo

de tu blanca piel, de tu rojo infierno.

            

3 de julio de 2011

Desde aqui hasta el infinito

                                                   
      
          Ya se que es muy peligroso vivir en el pasado, que no es conveniente rodearse de recuerdos, es cierto, pero sin darme cuenta siempre me zambullo en mi memoria. Mi pasado está ordenado por año, nombre, color y genero, y está a mi disposición en cualquier momento. Si pasear por mis recuerdos es un error, lo asumo.                                                                                             
        Abro la cerradura con un giro mecánico, dejo las llaves en la mesita de la entrada, me miro al espejo y me encuentro una chaqueta arrugada y una barba de diez de la noche avanzando sobre las mejillas y el cuello. La lucha por conseguir un hueco en el organigrama social tiene un precio alto que debemos pagar con nuestro tiempo. Oigo como se acerca la voz de Virginia, poco después unos vaqueros y un polo rojo de manga corta con ella dentro: "Una pizza para los dos, ¿de acuerdo?" La beso pasando mi mano por su espalda y le sonrío sin mucho afán. Nos miramos intuyendo que nos hemos subido en una rueda que gira cada vez más rápido.

            "Hay una señorita que te espera en su habitación" me dice Virginia quitándome los vasos y las servilletas de las manos,  "¿no será una señorita a la que le faltan dos dientes?" Le respondo subiendo deliberadamente la voz, "¡papá, que tarde has venido hoy!" Oigo la aguda y festiva voz de un terremoto de seis años. Me abraza colgándose de mi cuello y todo el cansancio y las heridas desaparecen. Me siento en un lado de la cama y la veo mirándome con los ojos muy abiertos  preparándose para montarse sobre mis palabras, le coloco el cinturón de la fantasía y empezamos a viajar.

          Gesticulo y le describo los pasajes y aventuras que he vivido hoy. Ella pregunta y al mismo tiempo completa mis fantasías antes de que termine la frase. Así vamos dando forma al cuento, luchas encarnizadas contra enemigos terribles de los que salgo victorioso después de persecuciones a caballo y duelos con espadas. Mientras hablo, veo a Virginia apoyada en la puerta de la cocina con una sonrisa cómplice esperándome para cenar. Por una segunda vía paralela tengo una visión panorámica de los tres. Durante una décima de segundo, el tiempo se para y doy gracias al dios de los ateos por la suerte que tengo. Mi compañera de fantasías se reserva su último juego, el de las distancias, y me invita a participar:

          - Papá, yo te quiero desde aquí hasta América, ¿y tú?

          - Yo, desde aquí hasta la luna - le digo apuntando hacia el cielo.

          - Yo te quiero desde aquí hasta el sol, ¿y tú papi?

          - Yo te quiero desde aquí hasta el infinito y no se puede llegar más lejos, te he  ganado princesa.

          - No papá, yo te quiero hasta el infinito y volver, te he ganado yo. 

            No supe que decir, había perdido, era jaque mate. Que daría yo por perder siempre de esta manera.

Steppenwolf