24 de mayo de 2021

Prostitutas

 


             Muchas aristas son las que bordean el problema de la prostitución. Unos opinan que ellas prefieren una vida fácil antes que trabajar, orientando el problema hacia un ámbito personal y privado, y otros plantean legalizar el negocio para que la regulación proteja a las trabajadoras del sexo y, al mismo tiempo, que ese dinero negro que va de unas manos a otras, aflore. Las y los feministas están claramente en contra de la esclavitud que originan las mafias, que controlan a las prostitutas con mano de hierro, y optan por la ilegalización de esta practica. Por último, el grupo de los más irreflexivos cree que es un producto más del mercado y lo pueden consumir sin el más mínimo remordimiento.

Pero al margen de todas las consideraciones al respecto, hay dos aspectos que son comunes a todas las prostitutas: la pobreza y la marginación. No es muy habitual que mujeres de clase media-alta se mantengan en las carretera casi desnudas esperando clientes o permanezcan en burdeles convertidos en mercados de carne. Más bien parece claramente un negocio nacido de la semilla de la desigualdad y alimentado por el caldo de cultivo de la hipocresía misógina.

La única esperanza para la erradicación de la prostitución la vislumbro en los avances de los ingenieros japoneses que en un plazo muy corto de tiempo introducirán en el mercado los robots del sexo, con una imagen y textura prácticamente igual a la de una mujer. Puede ser la solución, pero si el diseño de estos robots incluye una inteligencia evolutiva, que no le extrañe a nadie que un día no muy lejano se planten contra la esclavitud sexual androide.


Steppenwolf