Era un día cualquiera, no hacía ni frío ni calor, no era fiesta ni lunes, era un día de sol eclipsado por algunas nubes perezosas que volaban a cámara lenta. Parecía el típico día anónimo en el que piensas en varias cosas a la vez pero realmente no estás pensando en nada, solo estas viendo la vida pasar. La radio aparecía y se desvanecía en mi mente como en un sueño, hasta que llegó esa noticia: ”..........los científicos norteamericanos que han realizado este estudio, calculan que el tiempo habitable que le queda a la tierra es de tres mil millones de años, momento en el que nos convertiremos en pasto del enorme fuego del sol. Ese será el inicio de la autodestrucción del sistema solar y de la raza humana....”.
El miedo aterrizó a la velocidad de la luz, no podía pensar en otra cosa: ¡Tres mil millones de años!, eso no es nada, el tiempo pasa volando. Como un pollo sin cabeza fui al supermercado y llené el carro de alimentos prebióticos, orgánicos, integrales, sin azúcar, sin sal y bajos en grasas. Durante las primeras semanas evité frecuentar los antros de vicio y corrupción que me estaban matando lentamente y decidí tirar a la basura los polvos blancos y mi farmacia ambulante. Todas las noches después de trabajar, corría sobre el asfalto de la ciudad durante dos horas y me levantaba todas las mañanas con una reparadora sesión de yoga. Esto probablemente me garantizaba una larga vida, pero durante una meditación caí en el la cuenta que para sobrevivir tres mil millones de años me haría falta algo más que cuidar mi salud, debería buscar otro planeta que no estuviera en llamas, un medio de transporte que me llevara hasta allí, y por supuesto, tendría que llegar vivo al año tres mil millones; era el momento de diseñar un plan de supervivencia.
La noche siguiente visité el observatorio astronómico. Guardé cola detrás de un grupo de diez asiáticos, seguramente clonados, y cuando me tocó el turno para mirar el cielo por el telescopio, aparecieron ante mis ojos millones de luces blancas. Entré en un estado de ebriedad emocional ante esa sobredosis de estrellas y me adueñe sin darme cuenta de todo el sistema de observación. Yo buscaba y buscaba por el cielo sin saber qué, y mientras el guía intentaba apartarme del telescopio sin éxito, me preguntó destemplado: ”¿Qué coño busca?”, y parafraseando a alguien le dije: “ mi casa”. Aunque estuvo a punto de llamar a seguridad, cuando finalizó la sesión de visitas me confeso su obsesión por los planetas habitables y me dijo como un secreto, casi al oído, que Kepler 22B era el planeta que estaba buscando porque tenia las mismas condiciones que la tierra, un planeta joven, una temperatura media de 20 grados y seguramente con grandes lagos de agua. Le agradecí efusivamente la información que me había dado, pero cuando me iba me dijo con ironía: “ Ah, se me olvidaba, Kepler esta a 600 años luz, llévese algún libro para leer”.
No
iba a leer, iba a dormir. Contacté con la prestigiosa empresa
norteamericana Future Kryos Systems, líder en sistemas globales de
criogenización, método por el cual un cuerpo puede ser preservado
indefinidamente mediante condiciones de frió intenso con la
esperanza de ser reanimado años más tarde. Necesitaba diez millones
de dólares que serían ingresados en una cuenta de la compañía (el
dinero no era mi problema) y con parte de los intereses anuales
resultantes se pagaría la criogenización, además me garantizaron
que si por cualquier motivo no se pudieran mantener las condiciones
de conservación, me despertarían devolviéndome el depósito
invertido (ya que daban por hecho que a partir de 2050, un cuerpo
congelado podría ser reanimado). Durante
los días anteriores a la firma del contrato con los FK Systems me
sentía inmortal, podría viajar por el tiempo, pulsar el pause y
proseguir con el play miles de años después disfrutando de la vida
eterna, porque la ciencia apunta a ese camino y en unos miles de años estará conseguido. Viajaría hasta Kepler 22B en un vehículo intradimensional que reducirían seiscientos años luz a diez horas
de viaje alucinante; las galaxias serían nuestras ciudades y por fin
podríamos ver los rayos C brillar cerca de la Puerta de Tannhauser.
La sucursal de FK Systems
estaba en la calle Alcalá y ocupaba un edificio de veinte plantas
que imitaba una barra gigante de hielo. Había quedado a las diez para firmar
el contrato y como un niño con zapatos nuevos crucé confiado la
calle mirando la espectacular decoración, pero en ese momento un
taxista descontrolado me embistió de lleno y según el atestado, la palmé en el
acto. Se fueron al traste todos mis sueños por un puto despiste, adiós al
contacto con otras formas de vida y a una visión deslumbrante de
nuevos mundos a los que ninguna droga te puede
llevar. Pero de manera inexplicable, tumbado en el asfalto observaba como el personal de la ambulancia recogía mi cuerpo, y joder, era verdad, vi ese
túnel lleno de luz y toda mi vida paso delante de mi en un viaje que duró unos segundos o quizá miles de años, quien sabe. Durante mi recorrido y a modo de extraño regalo, visité varias galaxias en estado de éxtasis y observé dentro de ese grandioso espectáculo astral como la cadena de la evolución se convertía finalmente en dios.
Que nadie crea que me ha pasado desapercibido el hecho de que escribir este texto si ya estás muerto es un poco difícil, pero como si fuera gallego, voy a responder con una reflexión: si alguien puede leer lo que escribe un muerto, es muy posible que esté en el mismo bando que él. Sí, a veces es muy duro enterarse de las cosas así, de golpe, leyendo las palabras sin dirección de un blog perdido en las entrañas de la red, pero por lo que me han contado, hay cosas mucho más duras en las 50 sombras de Grey.
por una extrañisima razón llegué a este blog y me parece que la historia cuadra perfectamente con mi estado mortecino - además - me gustaria saber si tienes la total seguridad de que ninguna droga puede hacerte llegar a kepler 22B , en todo caso tendré que comprobar por mi misma esa teoría . saludos extraño
ResponderEliminarHas leído esto? Bueno ya sabes lo que quiere decir; y sobre Kepler, te puedo asegurar que la droga no te puede llevar a él porque durante una semana he estado fumando porros de perejil mientras observaba unos bloques de pisos sucios y grises por la polución que están frente a mi terraza, y ya te aseguro que no he llegado a ninguna galaxia, como mucho a reflexiones profundas como: "parece que me duele la cabeza".
ResponderEliminarUn saludo, extraña :)
*mañana.
ResponderEliminarMañana que 'será ayer', te diré cómo apañármelas muerta para leerme en vivo sin sucumbir en Kepler 22B*
Y sin catar bocado de droga perejilera.
cosas estas del mundo durmiente
abrazos, de tanto sin pasear(me) por este barrio...
Mañana me voy a Kepler; he llenado el tupperware de panceta y de chorizos a la sidra, y cuando llegue, me ducho y te mando un kmail.
EliminarUn abrazo.
Como me ha recordado este texto al maestro bradbury. kepler 22B, una forma cualquier de viajar por los tiempos....
ResponderEliminarGracias Carlos, nosotros tambien nos comunicamos a traves de los años, por lo que veo.
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