Damián jugaba habitualmente al siete y medio, pero las cartas siempre le habían sumado ocho. En una fría mañana de un perezoso lunes, él afrontaba su batalla diaria contra la rutina con valentía y resignación. Durante el viaje al trabajo, frecuentemente se cruzaba en su carril algún conductor estresado intentando ganar unos segundos efímeros. Ya no se molestaba en apretar sostenidamente la bocina del coche, ni siquiera se acordaba de sus antepasados, pero le intrigaba el motivo de sus prisas: regalaban algo?, se acercaban las olas de un tsunami?, por fin Nostradamus había acertado con el fin del mundo? Si fuera así, él no se enteraría, estaba fuera de lugar en un estadio desconocido, era un apátrida dentro del imperio de la raza humana.
Durante el lento trayecto, se sentía prisionero entre coches estraños y conductores buscando petróleo en sus fosas nasales. Podia presenciar, de soslayo, una alucinante mezcla de colores sobre el temprano mar a la izquierda de la carretera, pero a nadie le importaba la visión del paraiso, todos estaban inmersos en los pequeños problemas de sus pequeños mundos. Él sabe que la gente ordinaria no está para tonterías filosóficas, solo están diseñados para lo de siempre desde hace más de cien mil años, sin evolución aparente, y presiente que los avances tecnológicos solo son una tapadera que cubre nuestra ignorancia.
Los pensamientos fluían de manera aleatoria desde las rejillas del aire acondicionado de su coche. Su ex se habia vuelto a casar con un escritor; había leído su último libro y había llegado a la conclusión de que después de 'Los pilares de la tierra', ese libro era la mayor mierda que habia leído en su vida. Su mujer siempre había elegido mal, y ese pensamiento le perseguía en los momentos más inoportunos. Le gustaría pulsar la tecla de reinicio y comenzar de nuevo, pero esa tecla no funcionaba.
Cuanto más conoce a la gente (y a él mismo), más quiere a su perro. Su hija es concejal de VOX en Valencia y su hijo se ha integrado en una secta religiosa en la India. Después de meditaciones profundas, sospecha que el destino de cada uno está escrito, pero quiere averiguar quién lo ha escrito para intercambiar algunas palabras con él.