En el momento de salir a la calle, chequeo tobillos, rodillas y gemelos, todo en orden, la pista libre y despego. Noto en cada zancada como todo el cuerpo choca contra el suelo, la cabeza y el pecho sufren fuertes oscilaciones, el vientre se contrae, el corazón bombea la sangre con fuerza y las piernas amortiguan estoicamente los 78 kilos.
La gente va atravesando mi visión por ambos lados y veo a una pareja discutiendo, malos tiempos para la lírica. Tres aprendices de primer grado con peinado de serie hablando de algo que no puedo entender pero si oír. Una elegante princesa con falda gris contoneando sus caderas en cada paso, reprimo al lobo estepario y sigo corriendo. Paso sobre las cebras de la selva, sin fiarme de los cocodrilos de cuatro ruedas y ojos luminosos que proliferan en los ríos de asfalto.
Alguien comienza a pintar círculos oscuros y húmedos en mi camiseta y mis cejas llaman al cerebro pidiendo ayuda para atajar la avalancha de sudor que se cierne sobre mis ojos. La torre de control ordena a la mano derecha que drene las zonas húmedas de la frente. Acercandose a mi oreja, mi mano me filtra información confidencial sobre el centro de control, insinuando la celebración de una fiesta improvisada con barra libre de endorfinas, ¿Quién será el camello?
Una nube de éxtasis ilumina mi ultimo kilómetro, el cielo está a punto de cerrar sus puertas y una luz rojiza choca contra mi cuerpo, todo lo que veo esta lleno de magia gris y rosa, no distingo entre el asfalto, el mar, los árboles o los humanos, todo parece formar parte de un mismo catálogo uniforme y misterioso. Me cruzo con un pequeño fox terrier y a traición le lanzo una sonrisa.
En la ducha, inundado de endorfinas, me siento preparado para hablar con dios y debatir sobre su existencia. Puede que intente convencerme, porque él sabe que hoy tiene posibilidades.
En mi época de "dejo de fumar", retorné el viejo hábito de correr y la verdad es que es curioso el subidón...Ahora que he retornado a las malas costumbres, tengo que buscarme las endorfinas por otros lugares si no quiero acabar con los pulmones en la mano...
ResponderEliminarDale duro, y que te miren raro. Es lo más divertido de todo ;)
Si se repite el comentario es que en el último momento me jugó la red una mala pasada, así que ya estoy de nuez.
ResponderEliminarTe decía que me encanto tu relato del pateo al asfalto liberando endorfinas, ha sonado a poesía deportiva.
venga, ánimo, a ver si me animo yo también.
Desilusionista: Mi excusa también ha sido el tabaco pero si encuentras endorfinas y demas por ahí, mandame cuarto y mitad a buen precio:)
ResponderEliminarPury: Me ha gustado tu denominación, poesia deportiva, a partir de ahora me voy a inspirar leyendo el Marca:).
Alistate Pury, no solo eliminamos toxinas, también eliminamos esa cara de pocos amigos que se nos queda cuando durante el dia se nos a cruzado la ley de Murphy varias veces. Un beso.
Deberían venderlas en los supermercados.
ResponderEliminarAlgún día...
Saludos.
Casi logras convencerme. Si no fuera porque mi memoria es buena y recuerdo que mis pocos intentos de practicar algún deporte me dejaron con la moral por los suelos hubiera salido a correr. Me controlé a tiempo.
ResponderEliminarPero me gustó mucho cómo describiste la sensación.
Besos
Toro, estoy seguro que algún día se venderán en el corte inglés. Tengo que enterarme bién de lo que esta haciendo nuestro gobernador Arnold en California, algo así como despenalizando el consumo de marihuana. Ahora comprendo por qué en Terminator II, tenia los ojos rojos:) Este hombre no tiene desperdicio, un día ejecuta a un reo y otro legaliza la marihuana.
ResponderEliminarUn saludo Toro.
Alís,es un placer verte por aquí. No tengo la intención de hacer apología del footing hasta que algún sponsor no me pague, pero podemos practicar deportes similares, por ejemplo vivir, ya se que además de dolores en las piernas, los tenemos en el corazón, pero al final viene la ducha, duchas de muestras de cariño, cajón desastre.
ResponderEliminarUn beso.