Dicen que existen unas barreras entre generaciones que se forman como los arrecifes de
coral y día a día las sedimentaciones construyen muros invisibles.
Carmen llevaba unos meses trabajando con nosotros, era guapa, extrovertida y sobre todo muy joven. Durante la interminable comida de navidad con los compañeros del banco y antes de los postres, decidimos escaparnos a un bar de copas cercano para fumarnos unos cigarros, y pongo a dios por testigo que no había por mi parte ninguna intención deshonesta en ese encuentro al más puro estilo Lost in Translation.
En la terraza del bar me pidió mi dirección de twitter mientras tecleaba algo en el smartphone a una velocidad de vértigo. Le contesté que no tenía y en su cara aparecieron signos de incredulidad. Empezamos mal y para romper el silencio que se había creado, saqué el asunto de los políticos corruptos que habían arruinado el banco. Su respuesta me hizo abrir levemente la boca: "la política nunca me ha interesado, pero voto a los conservadores para que los zánganos no se aprovechen del trabajo de los demás". ¡Vaya por dios!
Se declaró una apasionada del cine, y analizando sus filias y sus fobias cinematográficas me di cuenta de que todas sus predilecciones se situaban sistemáticamente en el siglo XXI.
No
le gustaban las películas de Woody Allen porque le parecían especialmente paridas para gafapastas introvertidos: ".....y
además, un tío que se ha casado con su hija......¿qué se puede
esperar de él?” Yo le dije que tenía razón, intentando crear cierta empatía. Le hablé de `Réquiem por un sueño´ y antes de acabar me dijo que las películas de yonkis le parecían repugnantes.
Otro pinchazo en hueso, y sin darme ninguna tregua me bombardeó con historias del flickr, el mp4, las series de Antena 3, el myspace, el tuenti y la última película de Justin Timberlake, y sin entender muy bien lo que me decía, me sentí igual que una monja de clausura viendo un desfile de carrozas del orgullo.
Se declaró una apasionada del cine, y analizando sus filias y sus fobias cinematográficas me di cuenta de que todas sus predilecciones se situaban sistemáticamente en el siglo XXI.
Otro pinchazo en hueso, y sin darme ninguna tregua me bombardeó con historias del flickr, el mp4, las series de Antena 3, el myspace, el tuenti y la última película de Justin Timberlake, y sin entender muy bien lo que me decía, me sentí igual que una monja de clausura viendo un desfile de carrozas del orgullo.
Pensé que las películas de
ciencia ficción podrían ser el primer punto de encuentro y antes de confesarle mi fascinación por Blade Runner, me dijo que esa película pertenecía a la prehistoria y que le molaba más el Lobezno del Jackman. Dirigí la mirada al cielo para recibir indicaciones divinas y cambié de tercio con una película bélica: `Apocalypse Now´, pero el nombre le sonó a chino.
Mi empeño por
reducir nuestra distancia generacional estaba resultando un fracaso y probé en el terreno de la música, constatando que ella lo tenía muy claro: “Me encanta oír los 40 Principales y creo que
El Canto del Loco ha tocado la cima de la música, el mismo día que sacó su último disco fue trending topic", dijo Carmen preguntándome por el tipo de música que me gustaba a mí. Oculté mi desconocimiento sobre los nuevos términos de audiencia y mi nulo interés por determinado pop actual y le dije que me gustaba todo, desde Joni Mitchell hasta José
Gonzalez. Me miró como si hubiera blasfemado y me contestó con bastante sorna que José Gonzalez le
sonaba a un mariachi y que yo era el segundo que ella supiera, además
de su madre, que le gustaba Joni Mitchell. Solo se me ocurrió decirle que su madre tenía muy buen gusto, pero me acordé también del resto de su familia.
Con cierto nerviosismo miramos el reloj al mismo tiempo mientras pagaba las copas. En ese momento vino a mi memoria una canción de Steely Dan que relataba la primera y única cita entre un músico de jazz que había pasado de los cuarenta y una veinteañera, y en la que ambos fueron incapaces de intercambiar un par de frases con sentido.