Recuerdo muy bien el momento en el que advertí la
presencia de un intruso en mi interior, fue viendo un partido de fútbol por televisión. Durante el partido, incomprensiblemente mi mano derecha apretó el botón numero dos del mando a distancia, y sin poder evitarlo, me cargué un documental entero donde se podía ver detalladamente el apareamiento y la reproducción de las focas siberianas. Intenté varias veces volver al canal que emitía el fútbol, pero algo me lo impidió. Al principio me pareció
un pasajero desdoblamiento de personalidad y no le di mayor importancia, pero
progresivamente los síntomas se acentuaron y comencé a preocuparme. A veces podía sentir detrás de mi cabeza el aliento
de un visitante oculto que me vigilaba y provocaba que mi calidad de vida se resintiera notablemente. Por ejemplo, cuando realizaba trucos de prestidigitador jugando a las
cartas (hacer trampas dicen los ignorantes), existía la posibilidad de que el visitante pudiera delatarme y tirar por la borda mi reputación labrada durante
tantos años. Era una situación estresante, y no digamos cuando
realizaba actos inconfesables con una mujer, ahí estaba él,
mirándonos, como un voyeur pervertido, impidiendo mi concentración
y consecuentemente, corriendo el riesgo del temido gatillazo.

Con ciertas reservas y sin muchas esperanzas, visité a mi médico de cabecera. Me animó y me dijo que esos problemas eran de fácil solución y seguramente debidos a la crisis económica. Me dio unas pastillas para relajarme, pero fue un fracaso total. No vomite pasta verde como en el método exorcista, pero estuve quince días con problemas estomacales, y el okupa seguía allí.
El
padre de mi novia se interesó por mi problema y me invito a una sesión
de yoga. Me presento a su profesor y este me aseguró que me curaría
en una sesión; debería alejar de mi mente todos los pensamientos y cualquier elemento espurio que me impidiera reconocer
al inquilino y sacarlo de mi interior. Me integré en la sesión con mi suegro y con un grupo de unos
veinte jubilados con chándal que parecían sacados de una manifestación de yayoflautas, y después de las respiraciones y la relajación, el
profesor comenzó a inducirnos hacia un estado de meditación, pero quedo
abortado porque uno de los viejos soltó un sonoro pedo y la meditación se convirtió en risoterapia. Pero
no desistí, cuando llegué a casa hice el ejercicio de yoga como me
había indicado el profesor. Comencé a aislarme hasta conseguir
parar todos los pensamientos y quedarme cara a cara con el huésped.
Las peores previsiones se hicieron realidad, ese personaje
oculto....... era yo, mi verdadero yo estaba prisionero en una jaula. Entonces
¿quién era el que estaba en la superficie? ¿quién era el del DNI? Claramente, mi cuerpo había realizado un golpe de estado y quería eliminar mi conciencia.

Ahora somos cinco, se nos ha unido mi ángel de la guarda; lo que se dice proteger, no protege, pero asusta. Y por fin, ahora toda va bien, solo he tenido que realizar algunos cambios, utilizar la intuición y un poco de sentido común: me he mudado a un piso de cinco habitaciones para que cada uno tenga su intimidad, he cambiado de novia (ahora salgo con una que esta pasando por una crisis de identidad), y por último, me he comprado un monovolumen de diez plazas, por si nos vamos los diez de picnic.
Cuantas personalidades tienes? Yo tengo una por cada aventura que quiero vivir. Somos tantos aquí adentro que hemos aprendido a llevarnos bien ;)
ResponderEliminarVeo que sigues actualizando tu blog.. el mío está completamente abandonado y yo volcada en redes sociales y otras zarandajas.
Gracias por tu visita y tu comentario.
Abrazos
Es terrible la visión del trastorno de Identidad, pero lo naturalizás tan bien en el relato, así como nosotros naturalizamos los múltiples trastornos que se manifiestan a diario. Será que alcanza con mudarse a lugares con muchas habitaciones?...recién comprendo por qué algunos construyen hoteles y aunque no se mudan allí, quizás les alcanza para resolver la crisis, esto de hacer previsión al construir.
ResponderEliminarMaya, es cierto, tenemos un largo repertorio de identidades para utilizarlas dependiendo del momento.
ResponderEliminarSobre el blog, es complicado mantenerlo, tienes que tener tiempo y ganas, pero a veces no tenemos ninguna de las dos cosas.
Un abrazo.
Me gusta la canción y al picnic me apunto.
ResponderEliminarSocio, tienes buen gusto con la música. Y sobre el picnic, cuando quieras, siempre suelo llevar bocadillos de salami y una fiambrera con tocino.
ResponderEliminarJajajaja que bueno.
ResponderEliminarEsto es serio mi querido amigo creo que deberías visitar a Iker Jiménez creo que el te sacara de todos tu personajes, aunque creo que quizás necesites cambiar de vida si, creo que tu mente lo pide a gritos.
Sin nada más se despide una amiga.
Julia
Elena Francis que fuerte
Julia, he intentado cambiar de vida muchas veces; el año pasado estuve de misionero en Jamaica, pero no funcionó. Al final dejé el hábito y me convertí en rastafari, de la secta marijuanera.
ResponderEliminara mí me pasa lo mismo.
ResponderEliminaryo ya no sé si yo soy yo, o soy el reflejo de la imagen de mí mismo que tienen los demás...
un lío.
un abrazo.
Senses, creo que no es un lío, es lo normal, es difícil saber y aceptar quien es uno mismo. Y si alguien dice lo contrario, desconfía.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sonia, no dramaticemos; una crisis de identidad es una reflexión sobre uno mismo. La etimología de la palabra crisis nos dirige hacia un significado cercano a ´cambio` e incluso ´evolución`. El desenlace de la cuestión vaticina cambios positivos.
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