La Navidad siempre me ha parecido, como mínimo, una época arriesgada. Un periodo irreflexivo que nos transforma en actores secundarios dentro de la
parodia religiosa de la familia unida, entre gambas,
polvorones y un montón de alcohol. Durante estos días de botellón familiar, intentamos ser amables y generosos con los que están a
nuestro alrededor, como si esta representación nos diera derecho a
actuar de una manera menos comprensiva durante el resto del año. De manera progresiva, la fauna se va transformando y te puedes encontrar en plena cena con Martínez el
facha, con Santa Teresa de Calcuta, o con el cultureta gafapastas que
intenta venderte una película de Ingmar Bergman contra el aburrimiento.
Debido a la inercia, esa noche me encaramé en el techo y observé desde un plano astral la cena de Jesucristo y los doce apóstoles; la maría no era nada del otro mundo pero perdí el hilo de lo que decía mi interlocutor sobre marejadas, anticiclones, marejadillas y una presentadora de Telecinco. Yo acompañaba sus conjeturas con leves movimientos rítmicos de cabeza, aunque no me importaban ni un capullo sus delirios climáticos, y mientras se incorporaban
algunos tertulianos en tan interesante cháchara, pensaba en la teoría de la idealización
de los desconocidos, esas personas a las que otorgamos el beneficio de la duda hasta que intuimos que sus esquemas mentales y sus mecanismos automáticos pertenecen a la misma especie de homínidos, seres extraños e
imperfectos rodeados de problemas insolubles que están a medio camino entre el mono y el ser humano liberado, y como en una ley no escrita de
igualdad universal, antes de terminar la tesis de maduración descubrimos que todos chapoteamos en la misma balsa.
Después
de descorchar la enésima botella de cava, comencé a oír cosas como que "la realidad es una alucinación producida por la falta de alcohol", o que "la vida es
una barca, como dijo Calderón de la mierda". Era evidente que el
alcohol solapaba las ideas, y entre tanto desvarío que amenazaba con crecer indefinidamente, volví a deambular por realidades distintas montado en una voz en off que pedía con fuerza la aparición de un agujero negro que limpiara el escenario. En ese momento alguien dijo que en el estado de Colorado habían legalizado la marihuana para uso
recreativo y empezó a cundir el pánico entre el personal más ebrio y ortodoxo. Discretamente me levanté de la
mesa buscando la navidad y coincidí con ella en la cocina,
quedándome accidentalmente encallado entre el frigorífico y sus
pantalones vaqueros.
"La vida es una barca como dice..." jaja. Magnífica frase.
ResponderEliminarEmpalaga tantos buenos deseos. Pero ya pasó. Ahora a sacarnos la piel.
Un abrazo.
No hagas caso de lo que se dice por ahí, a mí me gusta la navidad un mogollón, por el discurso del rey.
EliminarAbrazos.
Una descripción muy realista de lo que pueden ser las Navidades, apariencias y realidad al fondo, como son, a veces, las relaciones familiares. Pero bueno, ya pasaron y volveremos al crudo invierno hasta el año que viene. Winter is coming!!!
ResponderEliminarPor cierto, me encanta Black Hole Sun, con su Barbie en la barbacoa!
Un abrazo
Vídeo corrosivo donde los haya, este de los Soundgarden.
EliminarFeliz año, un abrazo.
Es muy triste que sólo en Navidad tengamos que ser buenos, le damos dinero a los mendigos las donaciones que se hacen como si la gente sólo comiera en Navidades y las familias intentando llevarse bien en las cenas o comidas que luego se toman dos o tres copas de más y ya lo han fastidiao y todo por la navidad cuanta hipocresía .
ResponderEliminarBueno tu no lo pasabas tan mal crees que la navidad lleva pantalón vaquero, bueno ya pasó ya podemos ser malos otra vez
:-):-)
Ya podemos ser malos otra vez? Bueno, lo de los pantalones vaqueros........la cosa acabó muy mal y no te lo voy a contar ahora porque en este momento me están curando las heridas. Como decía Benedetti: "defendamos la alegría de la obligación de estar alegres".
EliminarFeliz año
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
Mario Benedetti - Defensa de la alegría
lo mejor de las Navidades es que han pasado.
ResponderEliminarYo me he ido a Colorado.
Sobreviviremos a este 2014, fijo.
En Colorado, donde te habrás puesto morado.....bueno, espero que no aparezcamos a final de año en ninguna lista y demás. Yo me he comprado un chaleco antibalas, por si acaso, y me está muy bien.
EliminarFeliz año.
Me gusta tu delirio navideño, mucho más de lo que me gusta la Navidad. Afortunadamente, como dice senses, han pasado.
ResponderEliminarUn abrazo
Auguro que en pocos años la Navidad se celebrará en el Corte Inglés.
EliminarUn abrazo
Alucinando huecos en el techo, me parece una gran forma de perforar la burbuja cultural. Un abrazo
ResponderEliminarPerforemos, todo lo que podamos.
EliminarUn abrazo