Mario se licenció en
marketing, publicidad y ciencias de la comunicación a los veintitrés años, siendo el numero uno de
su promoción. Estuvo doce años trabajando en las mejores compañías de Europa, colaborando en importantes spots
publicitarios de compresas voladoras, detergentes que blanqueaban tanto que producían cataratas, cervezas que eran el paradigma de la amistad etílica con responsabilidad y latas de refrescos con cuarenta gramos de azúcar (sin mencionar los cien miligramos de cafeína pura). Hasta ese momento había hecho magistralmente lo que le habían pedido, manipular neuronas inconexas. Siempre estuvo limitado por sus jefes y por las empresas anunciantes que querían campañas publicitarias prácticas que produjeran ventas, al margen de la ética y la estética del anuncio, pero él sabía que su verdadero potencial estaba esperando una oportunidad, podía crear arte y vender sin manipular, con buenos productos y empresarios honestos. Esto último era ciertamente bastante difícil, pero él lo tenía que intentar, aunque tuviera que volar quince horas hasta Tokio.
Una gran empresa tecnológica Japonesa le dio carta libre para realizar una campaña a nivel mundial, no en vano, Mario era en ese momento uno de los publicitarios más cotizados del mundo. De Tokio voló a San Francisco, compró un cuarto de millón de pelotas de goma, dispuso de los mejores profesionales y medios técnicos del momento y dirigió una obra de arte para televisión e Internet de poco más de dos minutos. Como en el estreno de la ópera prima de un director de cine, su anuncio tuvo excelentes críticas, pero inexplicablemente fue retirado de manera prematura por la empresa anunciante aduciendo un pobre impacto en el potencial cliente. Un anuncio que apuntaba a la fibra sensible y al corazón del cliente, pasó totalmente desapercibido.
La multinacional japonesa le pago casi un millón de dólares y canceló unilateralmente el contrato. El impacto de esa
decisión desestabilizó de tal manera a Mario que abandonó momentáneamente su
profesión y se sumió en un peligroso viaje interior durante más de un año, buscando una explicación coherente a lo que había sucedido o quizá intentando encontrar una motivación que le hiciera
arrancar del punto muerto en el que se encontraba. Con casi cuarenta años se encontraba saturado, agotado, no quería crear más basura para un
prototipo de consumidor manipulable que devoraba felizmente toneladas de mierda impecablemente presentada y envuelta con un hermoso lazo. No sin esfuerzo, su mujer consiguió convencerlo para que recibiera
ayuda y saliera de esa profunda depresión en la que había caído. Y ya tumbado en el diván, un psicoterapeuta con las gafas de John Lennon intentó que viera la luz y le dijo que debía adaptar su visión de la vida a la realidad y no al revés. Antes de acabar, Mario se levanto, le pagó la sesión y le preguntó si esa frase era suya o la había leído en un libro de autoayuda.
Viajó directamente a Illinois y a los tres meses estaba dirigiendo la campaña más ambiciosa que hasta el momento se había realizado, la del gigante de las hamburguesas. Y triunfó por todo lo alto. Gracias a esa campaña, la empresa rebasó en los cinco continentes la cantidad de 25.000 establecimientos. Mario ganó tanto dinero que le permitió retirarse definitivamente de la actividad publicitaria y se dedicó a denunciar los abusos que cometían sus antiguos clientes, las empresas multinacionales, y a escribir artículos sobre las técnicas de manipulación de la publicidad en las revistas más prestigiosas del mundo. Posteriormente la empresa de hamburguesas fue denunciada, junto a otras multinacionales del sector de la alimentación, por originar con sus productos daños irreversibles en las arterias de sus clientes y
convertir en obesos a una gran parte de sus consumidores. El final
de aquel famoso spot publicitario de hamburguesas lo cerraba un eslogan que decía algo así
como: “me encanta”.
¡Hay que joderse con los publicistas! Un día de estos nos anunciarán misiles nucleares para instalarlos en el jardín, por nuestra seguridad, por supuesto.
¡Hay que joderse con los publicistas! Un día de estos nos anunciarán misiles nucleares para instalarlos en el jardín, por nuestra seguridad, por supuesto.
La culpa no es de Mario ni de otros gurús de la publicidad sino nuestra que nos lo tragamos todo y de paso obstruimos nuestras arterias.
ResponderEliminarUna pasada de anuncio, por lo menos Mario se da cuenta de lo que quiere hacer y del daño que nos puede hacer en el cerebro todas las mentiras de la publi. Pero otros se meten tan afondo que hasta podria decir que se lo creen ellos mismo.
ResponderEliminarY cuanto mas dinero vale el anuncio mas manipulación.
Sergio, estoy de acuerdo contigo, pero no me digas que no has probado las pizzas que están rellenas de queso por los bordes. Yo no se como he podido vivir tantos años sin haberlas probado.
ResponderEliminarJulia, cuanto más dinero, más manipulación, y nadie está a salvo. Pues ahora quiero hacer publicidad del carajillo, de las torrijas y los libros de domingo olvidados en un trastero polvoriento, pero llenos de joyas de colores dentro de sus letras, aunque ahora con el twitter, para que quieres leer.
ResponderEliminarHablando del twitter, voy a poner lo que voy cenar esta noche y el primer pensamiento que me pase por la única neurona que me queda.
la publicidad ya no nos la creemos. ha perdido mucha de su influencia, creo yo.
ResponderEliminarel fútbol es el nuevo opio del pueblo, ya verás lo que nos espera esta temporada.
Me gusta ver la publicidad como una manifestación artística. No necesito un anuncio bonito para obstruir mis arterias, lo hago porque lamentablemente me gustan esas hamburguesas, y las pizzas y cantidad de comida basura, sí, pero rica.
ResponderEliminarPero un anuncio bonito, original, bien hecho lo disfruto. Y a menudo no recuerdo ni de qué es (lo que en el fondo significa que es publicidad mal hecha, pero bonita).
Un abrazo
Senses, posiblemente ahora la publicidad entra por rendijas semiocultas y no podemos defendernos, hay algo que nos gusta y no sabemos por qué, pero las empresas de publicidad sí. Ellos son los nuevos telépatas, los que nos indican sutilmente nuestras necesidades.
ResponderEliminarAlís, creo que es así. Una publicidad que busque resultados tiene que ser agresiva y crear una necesidad en el consumidor, y no necesariamente tiene que ser un paradigma de la belleza, que va. Todavía recuerdo el anuncio de unos bolígrafos que repetían once veces el nombre de la marca, hasta que la canción quedaba grabada en el subconsciente para siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Publicidad=Manipulación. Los resortes para crear adicciones y consumo, la manera más eficaz que tienen para el control de las masas. Gestionan la orientación del gasto eliminando el poder del individuo para decidir.
ResponderEliminarya no pienso tragarme ni un anuncio más. Mierda, con los anuncios.
ResponderEliminarLa manipulación se nos ha metido tan adentro que da miedo hasta de que te desnuden el alma, si te descuidas.
Uff, a ver qué me aconseja el Mario..
Abrazos
Miedo me da que me pase exactamente lo mismo.
ResponderEliminarSocióloga, Se que lo que has escrito esta en noruego y quiere decir "que la virgen nos ayude", no?
ResponderEliminarCarlos, la publicidad en la época de franco, ayudó a reprimir a todos los demonios del dictador, incluyendo a las mujeres, por ejemplo.
ResponderEliminarPilar, ni un solo anuncio más, eh? Que no me entere yo, y por supuesto ese que dice "comete a un yogurín", prohibido.
ResponderEliminarAlma, si te pasa lo mismo, que sea lo de ganar varios millones de euros.
ResponderEliminarBienvenida.