
Toreros, yo creo en vuestra grandeza y en el arte sublime de la tauromaquia, y os hago una propuesta para afrontar con dignidad la polémica creada por los ignorantes agnósticos antitaurinos: luchad contra los toros, pero sin espada. Utilizad la astucia y el arte ante la fuerza bruta, y si vuestro dios protector se distrae durante unos segundos y sois abatidos, doce corceles blancos arrastrarán vuestros cuerpos manchados de vino rojo. A pesar de vuestras lágrimas, será un día de gloria, pues los sonidos de vuestros llantos agónicos serán arropados por los apasionados olés del respetable.
Posteriormente, hornos crematorios convertirán vuestros cuerpos en cenizas, cenizas que serán esparcidas por las dehesas que acogen a los sementales de las mejores ganaderías, como símbolo de vuestro valor sin límites.
Si esta fórmula que os aconsejo fervientemente no os convence, esperad a que empiece a aflorar una nueva burbuja inmobiliaria para trabajar en la construcción, por ejemplo. Es posible que así podáis ganaros la vida sin tener que matar, sin tener que disfrazar la cruel muerte de un animal con el velo de un arte que se me antoja repugnante, y con la única finalidad de divertir a sádicos sedientos de sangre. La obra os espera, machotes.
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