- Damián, el fútbol es un juego extraño, no me convence. Sería más lógico que estos veinte tíos corrieran detrás de una gogó sin ropa, como el galgo corre tras la liebre mecánica - bromeaba con él y los dos argentinos que nos acompañaban mientras me despedía.

- ¿Eso es el fútbol?, tú me has contado otro espectáculo, no puede ser el mismo deporte; si fuera así, yo estaría todos los domingos en las gradas. Me voy a casa, no me encuentro con ánimo para ver la segunda parte - me despedí y le deseé suerte al Madrid, como si me importara algo.
Al salir del pub, el frío de enero me recibió de manera hostil congelando los extremos de mis orejas, solo escuchaba mis pisadas sobre un pavimento gris y mientras caminaba, intuía una mirada inquietante sobre mi cabeza; era una luna grande y rojiza que iluminaba el cielo como un enorme balón de fútbol. Durante unos segundos me detuve, la miré fijamente y observé sombras en movimiento que formaban la cara de una mujer. Los chamanes de Sonora creen que en la luna quedan grabados todos los acontecimientos que han sucedido desde el comienzo de la vida en la Tierra, y si eres víctima del influjo de la luna por una fuerte exposición a ella, aunque solo sea durante unos segundos, puedes retroceder en el tiempo sin posibilidad de volver al presente. Al bajar la cabeza, noté un ligero mareo que me hizo detenerme nuevamente; no había duda, era el efecto de la luna. Sonó el móvil y apareció un nombre parpadeando en la pantalla....... Dulcinea. Raudo y veloz, monté en mi Rocinante turbo y me apresuré al encuentro de la señora del Toboso, sorteando temibles gigantes de hormigón y arriesgando mi vida por los peligrosos desfiladeros de la M-50, hasta llegar al Molino Rojo.