Entre chute y chute podía hacer vida normal, hasta que la heroína le pasó factura. Los picos perdieron su magia y solo eran útiles para aliviar el mono. Hipólito estuvo veinte días debatiéndose entre la vida y la muerte en la UVI del Hospital de la Paz después de meterse un pico de heroína cortada con estricnina, y esa etapa de reflexión obligatoria le sirvió para desengancharse. Cuando le dieron el alta y como un acto automático de compensación, aumento su consumo de alcohol, de anfetaminas y de cocaína, embarcándose en un viaje enloquecido de viernes a domingo. El valium apenas le permitía dormir unas horas hasta aparecer en su trabajo con ojeras de vampiro y una palidez que Michael Jackson ya hubiera querido para él. Su mujer lo convenció para que ingresara en un centro de desintoxicación para politoxicómanos y consiguió curarse de sus adicciones en menos de un año, pero él ya no era el mismo ni su mujer tampoco, y un buen día ella se marchó. Había dejado una nota pegada al frigorífico que decía: “me voy de casa, esto no funciona”, pero él no podía entenderlo, el frigorífico enfriaba de puta madre. Poco después se dio cuenta de que se había quedado solo.
Ante tanta adversidad, Poli intentó rehacer su vida apoyándose en una dieta vegetariana y en el deporte. Cada mañana corría durante dos horas, le daba igual que nevara, que fuera domingo o lunes, la salud era su nueva obsesión. Corría y pensaba en la cantidad de venenos que había ingerido cuando era adicto a la heroína, mientras respiraba a pleno pulmón el monóxido de carbono que vomitaba el tubo de escape del autobús de la linea 7. Se sentía orgulloso por haber derrotado a la cocaína, mientras le caía una fina lluvia ácida sobre la cabeza. Recordaba los dos años largos que llevaba sin probar ni una gota de alcohol, mientras reponía fuerzas comiendo una manzana con la piel llena de pesticidas. Cuando cruzó el río de aguas turbias que había junto a la central térmica, se encontró con una serpiente que presentaba mutaciones extrañas en su ADN, tenía dos cabezas y en lugar de cascabel usaba pandereta. Unos metros antes de llegar a su casa, cayó desplomado victima de un paro cardíaco. El forense que realizó la autopsia, declaró que su muerte fue debida a la ingesta de sustancias tóxicas de procedencia indeterminada.