2 de marzo de 2014

El borrador de recuerdos


        Hace quince años que iniciamos la investigación sobre el deterioro de la memoria y el síndrome de korsakoff, y gracias a los importantes avances que conseguimos, una empresa privada, la Clínica Borsay, se fijó en nosotros y así acabo nuestra precaria situación económica de becarios. Comencé trabajando junto al doctor Martín, tratando problemas crónicos de memoria con cobayas humanas mediante terapias electroconvulsivas, una técnica que utilizaba descargas eléctricas y que dejó como un vegetal a más de uno. Eran daños colaterales necesarios hasta llegar cinco años más tarde al definitivo TEC, un sistema borrador de recuerdos que nos permitía ver en la pantalla de un ordenador las secuencias de la memoria del paciente con nitidez y en riguroso orden cronológico. Podíamos borrar episodios no deseados e insertar nuevos recuerdos, construyendo por un módico precio el nuevo pasado de nuestros clientes. 

        Tuvimos que borrar secuencias horribles en las neuronas del hipocampo de los clientes: violaciones, asesinatos y todo tipo de sufrimientos físicos y psicológicos, pero después de una sesión de apenas dos horas con impulsos radioeléctricos sobre la zona seleccionada de la corteza cerebral, devolvíamos a la sociedad a individuos sanos y felices. El lanzamiento del TEC fue todo un éxito, pero con los primeros clientes comenzaron a aflorar extraños efectos secundarios, como con Malena, victima de malos tratos cuando era una niña. Le insertamos recuerdos de un mundo feliz, pero ella nunca fue capaz de adaptarse a la cruda realidad. Al cabo de unas semanas intentó suicidarse y fue recluida en un centro psiquiátrico.


        Bertrand, un administrativo de ocho a tres, nos pidió que borrásemos su aburrida vida de rata de biblioteca. Él quería acción y vaya si se la dimos; le suplantamos sus recuerdos por unos en los que su vida estaba llena de aventuras arriesgadas, chicas de playboy y peleas de karate donde siempre vencía a sus enemigos. El fin de semana siguiente a la operación, disfrutando de su nuevo pasado y de su luminosa vida, Bertrand estuvo en una discoteca de la playa. Además de no ligar con nadie, tuvo la mala fortuna de no sobrevivir a una pelea. Al funeral solo acudió el enterrador. 

        Como el doctor Jekyll, había experimentado conmigo mismo intentando olvidar de una vez a Virginia. Al principio todo fue bien, hasta que al inhalar por casualidad el perfume Rive Gauche, empecé a notar como se desvanecía mi memoria. Ese olor estaba asociado a ella y mi mente buscaba esa relación, pero siempre recibía el mismo mensaje: "ningún elemento coincide con el criterio de búsqueda". Había borrado todos sus recuerdos, pero los enlaces hacia ella seguían allí creando un bucle que me producía una amnesia temporal durante unos minutos, lo que me obligó a tener mis datos básicos en un block de notas de bolsillo que siempre iba conmigo, como un flotador en caso de naufragio. 

        A los pocos días, aparcando el coche en el garage, comencé a notar los efectos de la amnesia, quedando mi memoria en blanco. Sabía que era de manera temporal, así que me tranquilicé y mire mi block de notas de emergencia donde decía entre otras cosas que me llamaba Javier Romero y que vivía en el piso 3º-2. Cuando llegué a mi piso intente abrir con la llave, pero no entraba en la cerradura. ¿Me habría equivocado de llaves? Oí ruidos dentro del piso y supuse que sería mi actual pareja. Pulsé el timbre y a los pocos segundos me abrió un negro de color de mas de dos metros de altura, me miró sonriente y me dijo cariñosamente: "Hola Javier".

        ¡Joder! Es duro enterarse de esta manera, ¡me había convertido en homosexual! ¡Vivía con un negro! No lo entendía, a mí siempre me había gustado el pescado, y ahora......... Por un momento me imagine lanzando piropos a algún albañil descamisado: “que no me entere yo que ese culito pasa hambre” y cosas así. Debía afrontar el hecho y no esconder la cabeza como un avestruz. Pero ¿qué tenía que
hacer en estos casos con mi presunto novio?, ¿darle un beso? Esa opción me parecía repulsiva, pero dar la mano sería un protocolo frío y de ámbito comercial, y este no parecía el caso. Me fijé en su mano izquierda y me pareció que lucía un anillo como el mío. La posibilidad de que estuviéramos casados me dejó helado.

        Solo habían pasado dos segundos y probablemente había reflexionado más que Aristóteles y Platón juntos, o eso me había parecido a mí. Debía aceptar mi condición sexual actual y no podía comportarme como un racista homófobo, pero justo antes de hablar, oí una voz conocida desde el piso de enfrente, el 3º-3, y todos mis recuerdos volvieron de golpe: “Javier, te estoy esperando para cenar” dijo Claudia , mi novia. Entonces el piso equivocado era el 3º-2, el de Robert, mi vecino y jugador del equipo de baloncesto Estudiantes. Sin saber muy bien que decir delante del gigante, le pedí un sacacorchos, lo primero que se me ocurrió para salir del paso.

        Claudia me preguntó para que quería el sacacorchos, pero ignoré su pregunta y la abracé como lo hubiera hecho un pulpo, sondeando todas las lineas curvas de su cuerpo hasta que se me pasó el susto. Ese mismo día dejé mi trabajo y desde entonces conservo todos mis recuerdos, no solo los buenos y reconfortantes, sino también los recuerdos dolorosos y negativos, esos que utilizo como una brújula que me indica donde no ir.
                                                                            

8 comentarios:

  1. Un relato inquietante e ingenioso y con una buena dosis de ironía que me ha hecho llegar al final con una sonrisa.

    Hay que utilizar los malos recuerdos como combustible para calentar la vida y tratar de vivir el presente que es lo único con lo que de verdad contamos. Pero, a veces, somos tan tontos, que vivimos o penamos de recuerdos, y soñamos o nos angustiamos por lo que vendrá, mientras desperdiciamos nuestro tiempo real.

    Sí, por favor, también quiero todos mis recuerdos, y mira que tengo algunos dignos de ser borrados, pero prefiero que decida la memoria, que suele ser selectiva antes de volverse intermitente o despistada.

    Que tengas una buena semana, aunque no sea tan intensa como en el relato.

    Muy buena la música.

    Un beso,

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    1. Es conveniente recordar todo, pero si pudiera borrar algo..... como algunos políticos...bancos...acreedores, tampoco estaría mal.

      Un abrazo

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  2. Un relato, que de momento es pura ficción. ¿Cuántas veces no habremos renegado de ciertos recuerdos? Pero después de leerte parace que no solo no arreglaríamos nada sino que empeoraríamos porque claro, son referencias que nos guian en esos momentos que deseamos recuperar el pasado.
    Con el cerebro hay que andar con cuidado y con cualquier parte del cuerpo también. O se mejora con garantías o se dejan las cosas como están.
    Excelente historia y muy bien desarrollada.
    Besos.

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    1. Pura ficción? Tú crees? Busca algo sobre recuerdos y TEC y veras como ya se puede borrar algo. No solo tenemos que tener cuidado con el cerebro, sino que el cerebro tiene que tener cuidado de nosotros, depende de como lo mires.

      Un beso

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  3. Los recuerdos es mejor mantenerlos, incluso los malos. Trabajarlos, superar los traumas, aprender la lección que éstos nos dejan para, como bien dices, utilizarlos como brújula. Intentar olvidar lo que fuimos, lo que hicimos o lo que nos pasó no hace más que anular una parte importante de quien somos.
    Inquietante relato, sí, pero con mucho contenido. Da para una larguísima conversación.

    Un abrazo

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    1. Una canción de Manolo Tena decía "quiero beber y no olvidar", pues yo me apunto a eso, pero con moderación.

      Un abrazo

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  4. Pues a mi si me gustaría borrar situaciones que están aki y frescas y a pesar de intentar borrarlas se vuelven a repetir, y vuelves a tropezar con la misma piedra, yo no aprendo y no sólo no aprendo si no que no las cambio y duelen
    :-) esto da mucho blablabla ......

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  5. No borres que es peor, con aplicar el photoshop de recuerdos ya es suficiente.

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Steppenwolf