2 de febrero de 2014

And no religion too

       
      Si el nivel de despropósitos avanza con la inercia actual, es posible que tengan razón los que dicen que con Franco se malvivía mejor. Si agudizamos los sentidos, podremos sentir como se acercan los tambores que anuncian la llegada del pasado, podremos olfatear el sonido rancio del narrador del Nodo en los cines de doble sesión y avistar a lo lejos la nube decibèlica que se eleva sobre los colegios de educación primaria entonando el cara al sol. El Capitán Trueno defenderá la dignidad y el honor, Elena Francis aconsejará sobre el amor casto, la televisión emitirá en blanco y negro series de Bonanza y Crónicas de un pueblo, los policías se apuntarán a la moda gris de primavera y las mujeres volverán a ser un cero a la izquierda,

        La represión sexual se estrenará en un cine de Perpiñan, el sudor reseco viajará en los tranvías roñosos de los años sesenta y la semana santa nos dejará sin música. Repicarán las campanas anunciando la misa de doce y un pegajoso olor a incienso húmedo recibirá a los feligreses para una nueva reprogramación. Crucifijos por doquier, figuras religiosas entre miradas iconoclastas y exorcistas expulsando a diablos: ”...yo renuncio a satanás...”.   El coche de Carrero volará sobre el cielo azul de Madrid, Franco nos deleitará con soflamas embaucadoras luciendo su voz de pito, distorsionando los recuerdos (de militar golpista a salvador de la patria) y  anestesiando a la población con inyecciones de fútbol y toros.

        Aún haciendo un gran esfuerzo de empatía, no puedo comprender como alguien que cree en historias tan surrealistas como las que acarrea la religión, esté empeñado en implantar esas creencias al resto de los mortales de manera obligatoria, con lo que eso conlleva: adoración, sumisión, "....tu eres mi pastor, yo soy tu siervo", "por mi culpa..." y una larga lista de palabras más propias de un manual de prácticas sadomasoquistas. Ningún gobierno puede obligar a sus ciudadanos a aceptar una religión y sus normas mediante la fuerza o leyes impuestas. Replicantes azulados, vosotros podéis creer en lo que queráis, a mí me parece bien, así pues, dejarnos que nosotros creamos en el desembarco de alienígenas sobre Ganímedes, en la ciencia, o que no creamos en ninguna absurda doctrina engendrada por fumadores de opio.

        ¿Es tan difícil entender que la política es una cosa y el credo de cada uno, otra? ¿No es más lógico y sencillo situar la religión en el ámbito privado sin interferir en un escenario público y social? Todavía recuerdo como hace un montón de años, los que se confesaban ateos, no se casaban por la iglesia o no bautizaban a sus hijos, era mal vistos o incluso marginados por los religiosos más radicales; ojalá que no volvamos allí.

        Llamarme raro, pero a mi me da que la monja de la foto, la de la nariz de perro perdiguero, está intentando olfatear clínicas abortivas clandestinas. Si esto sigue así, existe la posibilidad de que  la masturbación sea declarada genocidio, vamos, que estamos jodidos.
Políticos de doble moral, estáis legislando al dictado de barrigas orondas y de sotanas negras y fucsias, cada día hay más ojos abiertos y más gente cansada de manipulaciones. Es tiempo de cambio.  


Steppenwolf