17 de diciembre de 2013

¿Ley de inseguridad ciudadana?


        El vértigo que sientes cuando el coche patina levemente sobre una placa de hielo y rezas oraciones blasfemas para que no se desplace hacia ningún lado, lo he sentido cuando he leído el anteproyecto de la ley para la protección de la seguridad ciudadana que amenaza con fuertes multas a quien se manifieste pacíficamente sin permiso y otras cosas como esta:   “Las manifestaciones efectuadas a través de cualquier medio de difusión cuya finalidad sean las injurias o calumnias a las instituciones públicas, autoridades, agentes de la autoridad o empleados públicos, cuando no constituyan delito..."(infracción grave: hasta 600.000€, leve: hasta 1.000 €).

        Este regreso a las cavernas tiene un tufillo casposo que recuerda a otros tiempos, porque en pleno siglo XXI es como mínimo anacrónico que nos puedan sancionar por manifestar nuestra opinión "en cualquier medio", esto incluye a periodistas, redes sociales, blogueros y cualquier bicho viviente que hiera la sensibilidad de las autoridades. Si esta escalada de derechización salvaje continua en progresión, no me sorprendería nada que en breve nos presenten un anteproyecto de ley donde se ampare la tortura, eso sí, siempre por nuestro bien y con eufemismos como: "reeducación mental y física de los detenidos", o quizá vuelva la censura a su máximo esplendor sobrevolando nuestras cabezas, con sus alas negras y su pico afilado, dispuesta a aterrizar a las primeras de cambio, amenazando con azotar a cualquier perroflauta radical que se atreva a mirar a los ojos de las autoridades y a pensar por sí mismo. 

       Cualquiera que haya ojeado los artículos de esta desproporcionada ley de seguridad ciudadana, se tiene que preguntar cosas como: ¿Sabrá el gobierno algo fundamental que nosotros ignoramos? ¿Temen un estallido social? ¿Existe una voluntad decidida para construir una pseudo-dictadura democrática? Sea lo que fuere, la ley representa una merma de los derechos ciudadanos, un recorte de las libertades a todos los niveles, excepto para políticos y banqueros, y un intento de cerrar la boca a cualquier manifestante mediante una nueva herramienta donde los jueces quedarán al margen y los sancionados estarán en manos del político de turno o de la policía. Si se persigue a los vándalos que agreden y rompen escaparates, no se entiende el afán de ampliar el radio de acción de la ley hasta aquellos que con su presencia o sus palabras manifiestan una disconformidad de manera pacífica. Quizá hubiera sido más adecuado dirigir esta ley hacia algunos elementos descontrolados de las fuerzas de seguridad de porra fácil o de miembros de la administración que con sus comportamientos chulescos azuzan el clima de confrontación. Es decir, la ley viene a decirnos que si no estamos de acuerdo con las medidas impuestas por los bancos o las autoridades, no debemos manifestarnos porque entonces nos puede caer todo el peso de la ley y algún par de porrazos. Pagar impuestos, votar y callar, es lo que "ellos" nos proponen. 

        A pesar de ser un agnóstico tirando a ateo, rezo todas las noches y cuento las bolitas del rosario como si de un bingo religioso se tratara para que la ley definitiva de seguridad ciudadana no sea de carácter retroactivo, porque si es así, más de uno tendrá que ir borrando contenidos "inapropiados" que ha vertido en la red, como yo mismo. Para que voy a negarlo, antes me divertían las apariciones de los políticos, era como ver un trailer de una película de los hermanos Marx, con ese humor tan absurdo y surrealista, pero ahora tengo pesadillas provocadas seguramente por el dichoso borrador de la ley de seguridad ciudadana. Sueño que el sistema político se cae a pedazos, que los seguratas nos detienen a su criterio, que el gobierno compra camiones cisterna antidisturbios, como en tiempos del blanco y negro. En mis pesadillas aparece, como no, el ministro Montoro amenazando con desvelar las vergüenzas financieras de los medios de comunicación no afines a su credo. Y también aparecen en mis sueños peticiones surrealistas, como que para tocar música en las calles de Madrid, la Botella exige un casting. Pero cuando despierto y compruebo que las pesadillas permanecen en la realidad ordinaria, siempre me acuerdo de mi amiga Paca, Paca Garse. 


Steppenwolf