4 de junio de 2013

Crisis de identidad



        Recuerdo muy bien el momento en el que advertí la presencia de un intruso en mi interior, fue viendo un partido de fútbol por televisión. Durante el partido, incomprensiblemente mi mano derecha apretó el botón numero dos del mando a distancia, y sin poder evitarlo, me cargué un documental entero donde se podía ver detalladamente el apareamiento y la reproducción de las focas siberianas. Intenté varias veces volver al canal que emitía el fútbol, pero algo me lo impidió. Al principio me pareció un pasajero desdoblamiento de personalidad y no le di mayor importancia, pero progresivamente los síntomas se acentuaron y comencé a preocuparme. A veces podía sentir detrás de mi cabeza el aliento de un visitante oculto que me vigilaba y provocaba que mi calidad de vida se resintiera notablemente. Por ejemplo, cuando realizaba trucos de prestidigitador jugando a las cartas (hacer trampas dicen los ignorantes), existía la posibilidad de que el visitante pudiera delatarme y tirar por la borda mi reputación labrada durante tantos años. Era una situación estresante, y no digamos cuando realizaba actos inconfesables con una mujer, ahí estaba él, mirándonos, como un voyeur pervertido, impidiendo mi concentración y consecuentemente, corriendo el riesgo del temido gatillazo. 

        Ante el miedo a perder irremediablemente la cabeza, pedí ayuda a Damián, el bajista del grupo y creyente de todo lo que uno pueda creer en este mundo, desde los ovnis con marcianos verdes hasta la teletransportación física a otras dimensiones. Me aconsejó acudir al párroco del barrio de Malasaña, un sacerdote muy discreto que estaba especializado en exorcismos y que con toda seguridad solucionaría mi problema. Durante la sesión, me hizo vomitar una pasta verde que había ingerido unos minutos antes. Debía insultar a diestro y siniestro a cualquiera que estuviera junto a mí, y para terminar, el cura intentó girar mi cabeza 360 grados, argumentando que así el diablo saldría de mi cuerpo, pero la cabeza que estuvo a punto de rodar por el suelo fue la suya. El intento fue en vano y además el cura me denunció por agresión (yo le dije que había sido el diablo), pero el inquilino seguía dentro de mí.

        Con ciertas reservas y sin muchas esperanzas, visité a mi médico de cabecera. Me animó y me dijo que esos problemas eran de fácil solución y seguramente debidos a la crisis económica. Me dio unas pastillas para relajarme, pero fue un fracaso total. No vomite pasta verde como en el método exorcista, pero estuve quince días con problemas estomacales, y el okupa seguía allí.

        El padre de mi novia se interesó por mi problema y me invito a una sesión de yoga. Me presento a su profesor y este me aseguró que me curaría en una sesión; debería alejar de mi mente todos los pensamientos y cualquier elemento espurio que me impidiera reconocer al inquilino y sacarlo de mi interior. Me integré en la sesión con mi suegro y con un grupo de unos veinte jubilados con chándal que parecían sacados de una manifestación de yayoflautas, y después de las respiraciones y la relajación, el profesor comenzó a inducirnos hacia un estado de meditación, pero quedo abortado porque uno de los viejos soltó un sonoro pedo y la meditación se convirtió en risoterapia. Pero no desistí, cuando llegué a casa hice el ejercicio de yoga como me había indicado el profesor. Comencé a aislarme hasta conseguir parar todos los pensamientos y quedarme cara a cara con el huésped. Las peores previsiones se hicieron realidad, ese personaje oculto....... era yo, mi verdadero yo estaba prisionero en una jaula. Entonces ¿quién era el que estaba en la superficie? ¿quién era el del DNI?  Claramente, mi cuerpo había realizado un golpe de estado y quería eliminar mi conciencia.

        Debido a mi inclinación hacia las causas perdidas, cambié de bando y me identifiqué con mi yo interior, con mi conciencia. Yo sabía perfectamente que mi cuerpo pretendía todo el poder, pero no podía luchar a vida o muerte contra él, lo necesitaba para casi todo, él tenía la sartén por el mango y no me quedaba más remedio que negociar. Nos fuimos a tomar unas cervezas para relajar tensiones y llegar a un acuerdo, pero lo que sucedió allí merece un arduo esfuerzo de comprensión: después de tres horas de acaloradas discusiones, acabamos bebiendo tequila con limón y otros brebajes indescriptibles, algo que seguramente provocó la aparición de otros dos invitados: el alma, ese que pesa veintiún gramos, y el antimateria, incluido en la teoría de la física cuántica ("a cada unidad de materia le corresponde una unidad idéntica de antimateria”).  Al final, acabamos organizando una timba y jugando al poker durante toda la noche. 

         Ahora somos cinco, se nos ha unido mi ángel de la guarda; lo que se dice proteger, no protege, pero asusta. Y por fin, ahora toda va bien, solo he tenido que realizar algunos cambios, utilizar la  intuición y un poco de sentido común:  me he mudado a un piso de cinco habitaciones para que cada uno tenga su intimidad, he cambiado de novia (ahora salgo con una que esta pasando por una crisis de identidad), y por último, me he comprado un monovolumen de diez plazas, por si nos vamos los diez de picnic.


10 comentarios:

  1. Cuantas personalidades tienes? Yo tengo una por cada aventura que quiero vivir. Somos tantos aquí adentro que hemos aprendido a llevarnos bien ;)
    Veo que sigues actualizando tu blog.. el mío está completamente abandonado y yo volcada en redes sociales y otras zarandajas.
    Gracias por tu visita y tu comentario.
    Abrazos

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  2. Es terrible la visión del trastorno de Identidad, pero lo naturalizás tan bien en el relato, así como nosotros naturalizamos los múltiples trastornos que se manifiestan a diario. Será que alcanza con mudarse a lugares con muchas habitaciones?...recién comprendo por qué algunos construyen hoteles y aunque no se mudan allí, quizás les alcanza para resolver la crisis, esto de hacer previsión al construir.

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  3. Maya, es cierto, tenemos un largo repertorio de identidades para utilizarlas dependiendo del momento.
    Sobre el blog, es complicado mantenerlo, tienes que tener tiempo y ganas, pero a veces no tenemos ninguna de las dos cosas.
    Un abrazo.

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  4. Me gusta la canción y al picnic me apunto.

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  5. Socio, tienes buen gusto con la música. Y sobre el picnic, cuando quieras, siempre suelo llevar bocadillos de salami y una fiambrera con tocino.

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  6. Jajajaja que bueno.

    Esto es serio mi querido amigo creo que deberías visitar a Iker Jiménez creo que el te sacara de todos tu personajes, aunque creo que quizás necesites cambiar de vida si, creo que tu mente lo pide a gritos.
    Sin nada más se despide una amiga.

    Julia

    Elena Francis que fuerte

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  7. Julia, he intentado cambiar de vida muchas veces; el año pasado estuve de misionero en Jamaica, pero no funcionó. Al final dejé el hábito y me convertí en rastafari, de la secta marijuanera.

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  8. a mí me pasa lo mismo.
    yo ya no sé si yo soy yo, o soy el reflejo de la imagen de mí mismo que tienen los demás...
    un lío.

    un abrazo.

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  9. Senses, creo que no es un lío, es lo normal, es difícil saber y aceptar quien es uno mismo. Y si alguien dice lo contrario, desconfía.
    Un abrazo.

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  10. Sonia, no dramaticemos; una crisis de identidad es una reflexión sobre uno mismo. La etimología de la palabra crisis nos dirige hacia un significado cercano a ´cambio` e incluso ´evolución`. El desenlace de la cuestión vaticina cambios positivos.

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Steppenwolf