21 de diciembre de 2012

Adictos a la música

            
        Todas las adicciones tienen un denominador común: la búsqueda de la felicidad. La música es una adicción atípica, el enganche no es progresivo, no viene primero una dosis de pop, otro día unas rulas de rock, el fin de semana un gramo de jazz, barra libre de blues y ya eres adicto….....no. El adicto a la música no sabe que lo va a ser, es atacado a traición. De vez en cuando oye música que circula suelta por aquí o por allá, de manera aleatoria, pero cuando la música inocula su veneno en la víctima, este es poseído de tal manera que nunca vuelve a ser el mismo. Hay distintos niveles de adicción, desde los que sienten un cosquilleo constante que les hacen buscar sin descanso sonidos nuevos que los transporten a mundos mágicos, hasta aquellos que investigan como Sherlock Holmes el origen y el autor de esos veinte segundos escasos de una canción que han oído en la cafetería o en la radio, y digo más, hay testimonios que indican que algunos superadictos a la música, poco antes de abandonar este mundo, han pedido que se les permita seguir oyendo hasta el final esos sonidos mezclados con silencios.

        Creo que tenía doce años cuando descubrí en el salón de mi casa un equipo de música reluciente de varias piezas y un montón de discos extraños que parecían haber venido de otro planeta. Eran de Zappa, Patti Smith, Lou Reed, Jethro Tull y Janis Joplin, material suficiente para convertir un convento de monjas en una comuna hippy y a una rata de biblioteca en un cowboy de media noche. Mi hermano me dijo que no los tocara, que se podían rayar. Desoyendo esa sabía advertencia, coloqué el Horses de Patti Smith sobre el plato y la aguja aterrizo a trompicones, como un caza sobre su portaaviones, provocando que una extraña canción, Gloria, reptara poco a poco como un felino buscando a su presa, hasta que empezó a despegar. Ella no cantaba, arrastraba y escupía las frases, con una voz que pasaba de una fase aguda a otras graves en cuestión de segundos, y cuando entraron en acción las dos guitarras sobre el bajo y la batería que llevaban la canción al ritmo de una locomotora, mis pulsaciones subieron tanto que podía notar el paso de la sangre por mis venas. Así me hice adicto a la música.

         Este hecho aparentemente simple cambió el resto de mi vida. Desde entonces, la música ha sido un salvoconducto, un lenguaje secreto para comunicarme con los adictos. Eramos como una secta, podíamos pasar horas enteras hablando de música en las terrazas de los bares de copas de la playa, entre el ruido de las olas, siempre un poco desorientados y huyendo de las primeras luces azules que aparecían por el cielo. Si yo fuera un emperador con poder ilimitado, ordenaría que la música sonara en las iglesias, en los funerales, en los mercados y en los campos. Los solos de guitarras enloquecidas recorrerían de punta a punta las calles, los pianos solitarios recibirían con notas serenas los primeros rayos de sol al amanecer, baterías y elementos de percusión lanzarían misiles de ritmo sobre toda la ciudad, y el sonido cristalino de los violines flotaría sobre los parques. Bueno, vale, nos conformaremos con el Spotify.

         Damián y su hija son dos ilustres adictos a la música y a pesar de pertenecer a diferentes generaciones, él, de 47 años, y ella, de 20, coinciden al cincuenta por ciento en sus gustos, pero el resto del espectro no lo comparten. Hace un par de semanas, en el pub Irlandés, me pidieron que me decantara por uno de los dos, por la música de los setenta o la del siglo veintiuno. ¿Quién en su sano juicio puede atreverse a discriminar entre varios tipos de música? Nuestra percepción siempre es subjetiva y no admite listas ni etiquetas. Si daba mi veredicto, uno de los dos me odiaría de por vida, así que intente desmarcarme y ocupar una zona neutra. Escribí en una servilleta mis diez falsos mejores grupos, inspirándome en el punk español y en google. Durante varias semanas, ninguno de los dos me habló ni una sola palabra. Esta era la lista:
  
   10 - Maria y sus Cogollos
   09 - Blanca tocha y los siete Gramitos           
   08 - Tetallica
   07 – From Lost to the River
   06 – Porros Folares
   05 – El oso Yonki
   04 – La venganza de Mimosin
   03 – Porcus Cristi
   02 – Frank Sikiatra
   01 – Don Simon y Garrafunkel

19 comentarios:

  1. Oh la musica la mejor droga que hay en el mercado comparto el gusto por la musica es especial lo que nos transmiten a cada uno de los que nos gusta la musica.Patti y janis son unos de mis idolos, a patti la estuve viendo este verano en un concierto en cartagena una pasada, que caña. Oye me encanta tu relato sobre la musica. Y bueno que sientas cosquilllitas por los pies con los que has elegido que pasada de titulos . Un besito

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  3. una vez que escuchas el Horses de Patti o Pearl de Janis estás perdido, queda el virus del rock inoculado para siempre.
    qué suerte haber tenido un hermano mayor que te oriente, yo he sido de los que aprendí música en los bares, y preguntando mucho a l@s camarer@s por esas melodías con las que notabas ese cosquilleo ...te entiendo tan bien.
    Punk? Eskorbuto y La Polla

    no, no te voy a cantar un villancico, pero feliz navidad.

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  4. Julia, seguro que la viste en Cartagena en el 2011. Que suerte, yo no pude ir aunque no creo que me dijera lo mismo que antes, no soy muy mitómano. Son incombustibles, me imagino que a su edad irán con el baúl y la pierna ortopédica.
    Un saludo, roquera.

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  5. Senses, todo lo que oímos y cualquiera que nos hable de música nos influye, y al final somos la música que hemos oído con los demás.
    Otro grupo punky: Red hot chiquetete.

    El villancico ahórratelo que estamos en crisis. Feliz navidad.

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  6. Javi deso nada que no veas como se movia la tia yo flipe de ver lo bien que estuvo.

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  7. No confesaré ser punky, que no me hace falta ¡a buenas horas...! para sin embargo poder sentirme drogada..
    Cada cual es respuesta irresponsable , eso digo, irresponsable, de la música que le ha mecido y luego ha tragado a sorbicos de poco a poco.
    Espléndido, J.R., el escrito y la selección musical.
    Abrazos

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  8. Es bello pensar, que antes de morir alguien te otorgue el último deseo de escuchar sonidos y silencios...bellísima entrada, me llevo varios "gramos" entre las venas de la música de tu texto!!

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  9. Que viva la música, amigo, que es el mejor de los enganches... palabra de violinista.

    Un abrazo, echaba de menos pasarme por estos lares

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  10. Julia, eso me gustaría saber a mí, que se toman. ¿Acabará en ina?
    No pienses mal, me refiero a la sacarina.

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  11. Pilar, la caminos que nos llevan a la música del señor son inescrutables.
    Un abrazo.

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  12. Pon, Janis Joplin es irrepetible, las nuevas generaciones que dejan de oír a Justin Bieber, se quedan con la boca abierta durante horas al oírla por primera vez. Lo entiendo, es una impresión muy fuerte.

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  13. Sonia, seguramente tú también eres una enamorada de la música y sabes bien de que hablo.
    Ah, y todos los gramos que necesites están a tu disposición (espero que en este blog no entren los de estupefacientes).
    Un abrazo.

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  14. Kalina, que viva la música y todos los músicos, incluidos las violinistas. Recuerdo haberte visto tocar el violín junto a un pianista, me pareció un momento especial.
    Parece que todos estamos un poco perezosos con el blog, pero me alegro que hayas pasado por aquí.
    Un abrazo.

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  15. muy buena información yo también soy adicta a la música

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  16. La música describe en tus neuronas, circulos de armonia con lo que sincronizan y tu entras en ese estado de extasis, del que no quieres salir. Un abrazo grande!

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