28 de marzo de 2012

Otras realidades

el cazador
       
         Tengo un recuerdo vago y alcohólico pero creo que el sábado estuve en una boda. Parece mentira pero todavía hay gente que se casa, y eso que la letra pequeña del contrato indica con claridad que el matrimonio puede perjudicar seriamente la salud de la pareja y acabar de un plumazo con la magia, suponiendo que quedara alguna. Posiblemente estas ceremonias esconden un deseo innato de poseer a la otra persona, un anhelo oculto de comprar una esclava o de contratar un guardaespaldas, vaya usted a saber. 
    
        Todavía se compran esposas a cambio de un puñado de camellos, de los de cuatro patas, pero vamos a la boda. Fue etílica y alucinógena, como casi todas, con los consabidos lemas típicos de:  “vivan los novios”  y “que se besen, que se besen”, y por supuesto no faltó un animador con un molesto micro que no hubiera sobrevivido si el mal de ojo y el vudú realmente fueran efectivos. Mientras tanto, los decibelios en el aire aumentaban sin parar de manera directamente proporcional a las botellas de vino y cerveza que iban desfilando por las mesas.
Al final ya nadie sabía si estaba en una boda, en un bautizo o en una comunión, pero alegría, tengo que decir sin dudar que había a raudales.


         Antes de terminar la abundante cena, se produjeron migraciones para fumar en los enormes e inmaculados aseos del salón del hotel, formándose dos corrillos, uno alrededor de un surtidor de cocaína, y otro junto a un dispensador al pormenor de chinas de hachís. En la improvisada tertulia se mezclaban risas, temas tan dispares como el paro, el matrimonio, proyectos para emigrar a Alemania y sugerencias para seguir la noche después de la boda.


       La barra libre, el agua de fuego y el reggaetón que sonaba repulsivamente fuerte, acabó por destrozar los pocos cerebros que todavía sobrevivían. En el salón ya solo existían dos tipos de especies: 
       A) La gente responsable, los que se habían puesto hasta arriba de alcohol.
       B) La gente irresponsable como nosotros. Si hay una figura gráfica que nos pudiera definir en ese momento, sería la del zombi sapiens.
Después de continuar toda la noche por los tugurios del casco antiguo de Alicante, la cama me acogió como la Cruz Roja lo hace con un herido de guerra, y sin tiempo para quitarme la ropa, me dediqué a soñar las cosas más disparatadas que recuerdo desde que analizo mis sueños.


       En el primer sueño, yo formaba parte de la pancarta que encabezaba la manifestación de la huelga general. A mi izquierda, que es mucho decir, tenia a Rajoy, disparando a lo Swarzenegger con un kalashnikov contra toda la gente que había en la manifestación. Cuando le pedí explicaciones por su salvaje actuación, me contestó que era la única solución para detener el paro, argumentando que a Vulcano, el dios del trabajo, había que ofrecerle un sacrificio para que nos mandara empleo, como el maná que alimentó al pueblo judío en el desierto, y ese sacrificio era la muerte de parte de los plebeyos. Desperté aturdido de la pesadilla y en ese momento lo comprendí.


        En mi segundo sueño, el Ayuntamiento de Roquetas de Mar organizaba una corrida de toros para niños, para introducirlos en el mundo del arte, según "ellos". Me desperté con la boca seca agradeciendo que fuera solo una pesadilla, pero no, estaba oyendo la radio que ratificaba la esperpéntica noticia. Me bebí media botella de agua de un trago y seguí durmiendo.


        Mi tercer sueño me llevó hacia senderos espeluznantes. Soñé que el Valle de los Caídos se había convertido en un parque de atracciones. Franco, en un ataúd de cristal, saludaba con un movimiento rítmico del brazo gracias a un engendro mecánico y a la vez repetía con voz de pito, “yo por España.... mato”.  Junto a paquito, había una bandeja para echar monedas y cuando me disponía a colaborar en el mantenimiento de este maravilloso parque del horror, me despertó el morro húmedo de Diego, mi perro, recordándome mis obligaciones como dueño. ¡Joder!, mira que me recomendaron un montón de veces que comprara un canario, pero bueno, a Diego no lo cambio ni por un loro con pedigrí, a excepción de una especie de loros que hablan en ingles, que eso ya habría que pensarlo. 


        Mientras me quitaba la ropa para ducharme, advertí que iba vestido con un chaqué, como un verdadero novio. Hice inventario de la tormentosa noche que había vivido y no encontré en la realidad ordinaria ninguna boda, entonces, ¿fue un sueño? 
He rechazado la idea aparentemente lógica de sacar conclusiones al respecto, porque intuyo que la línea que divide la realidad de los sueños es muy estrecha, delgadísima, casi inexistente.                                                             

6 comentarios:

  1. tío, con sueños así despertarse tuvo que ser un alivio.
    ay, de la realidad mejor ni hablamos.

    un abrazo.

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  2. Que gran película "El cazador".

    Para los que queremos hacer seguimiento de tus comentarios deberías cambiar la configuración de los mismos(blogger lo ha cambiado sin preguntar).

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  3. Senses, despertar fue un alivio, lo peor fue la resaca.
    Abrazos.



    Socióloga, los cazadores son "ellos" y nosotros los animalitos. Sobre los comentarios, me pondré el traje de informático y adentraré en los circuitos cibernéticos.

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  4. Madre mia Steppen, tu imaginación cada vez me sorprende más, me he reido un monton.

    Eso del frac, no seria que la boda era la tuya, porque con tanto alucinogenos todo es posible.

    muy bueno, pero ten cuidado con esos sueños.

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  5. No pensó la posibilidad de que el novio real haya sido ud y no lo recuerde.
    http://enfugayremolino.blogspot.com.ar/

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  6. Julia, después de meditar detenidamente, llego a la conclusión de que los tres sueños eran reales, te lo juro por Snupi.


    Laura, bingo, era yo, pero por si alguien tiene dudas, estoy totalmente disponible, y además he pasado recientemente la ITV (inspección técnica de viandantes).

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Steppenwolf