16 de noviembre de 2011

Camino a casa

           Sin apenas darme cuenta, el camino a casa se ha convertido en un pequeño viaje de culto, dejo de esconderme detrás de mis máscaras y me someto a un tercer grado silencioso. Como el protagonista de "la naranja mecánica", mantengo abiertos mis ojos con pinzas y analizo con serenidad algunos episodios de la película. Otras veces me asomo a la ventana del futuro dentro de mi nave espacial de cuatro ruedas para imaginar lo que no ha sucedido. La música rebota en los cristales del coche y el sonido me aísla, me envuelve con cuidado para evitar distraer a mi piloto automático. Inevitablemente aparecen mis pensamientos, comienzan a desfilar delante de mi, sobre el salpicadero, melancólicos, cómicos, agridulces, dinámicos y apasionados, descoloridos y ajados, hasta que desaparecen entre la rejilla del aire acondicionado, y al final, acabo encontrándome conmigo mismo.

          Me he desviado del camino y no sé cual es la dirección correcta, intento encontrar referentes, pero no los tengo. Todos los mitos se han caído, los faros de la costa están apagados y no creo en las fantasías del viento, aunque debo reconocer que a veces he vivido en castillos de arena. La falta de fe es un hándicap y no me queda más remedio que valerme únicamente de la intuición, sin ninguna ayuda exterior, sin ningún ángel de la guarda que tapone el precipicio cuando esté a apunto de caer. Observo con curiosidad a los creyentes, casi diría que los espío, y sin previo aviso suena orgullosa la Primavera de Vivaldi, retándome y rodeando mi escepticismo. En esa fe, ellos se apoyan cuando les fallan las piernas y cuando la vista se nubla. ¡Qué irracional es!, pero sus efectos son tan sólidos como una roca, y para bien o para mal, yo he elegido abrir los ojos sin utilizar placebos.

           Creemos en esto, en aquello y en lo demás, pero ¿qué más da lo que creamos? La Tierra va a seguir dando vueltas alrededor del Sol, y este alrededor de la Vía Láctea, a pesar de nuestras intrascendentes y microscópicas elucubraciones existenciales. Miro al cielo esperando una señal que me ilumine, pero que difícil es descifrar esas señales mágicas que aparecen como estrellas fugaces sobre las heridas del karma.

El viaje concluye en medio de preguntas sin respuesta, y antes de salir del coche, me pongo una de las siete máscaras que siempre me acompañan.

                                      

13 comentarios:

  1. Ufff, cuando me da por preguntarme por qué yo, por qué ahora, por qué aquí... en fin!

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  2. Sociologa, ....toaaaalla.



    Merce, por lo que veo, tú si que sabes de donde venimos y a donde vamos, ¿verdad?: al bar, por supuesto.

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  3. con máscaras, sin ellas, con preguntas sin respuesta (no puede ser de otra manera), lo fascinante de esto del vivir es la carretera: los desvíos, los tropiezos, los callejones sin salida, y hasta las rotondas.
    ...ya me preguntaré por mi identidad cuando regrese a casa.
    que aún se está construyendo...

    un abrazo.

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  4. Somos seres desnortados que caminamos en la niebla, eso es evidente. Sin creencias religiosas ni referentes sociales o personales, andamos a ciegas.
    Pero eso, en cierto modo, es una ventaja: debemos sacar fuerzas de nosotros mismos y darnos una justificación, que a veces se encuentra en las pequeñas cosas.
    Ya sé, el positivismo puro es muy difícil. Pero algo habrá que hacer para seguir adelante, ¿no?

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  5. Yo tampoco puedo evitar que mis pensamientos fluyan sin ton ni son mientras conduzco, sobre todo si el trayecto es monótono y voy sola.
    Es estupenda la manera en que has captado las percepciones que te iban llegando durante el camino para luego compartirlas, en este caso, blanco sobre negro.

    Un abrazo.

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  6. Me a gustado mucho tu entrada, además es increíble cuando vamos en el coche, yo no se porque, debe ser por el poco espacio o no lo se, pero me aíslo con la música, y me pierdo y ala vez puedo estar muy triste y alegre, o me pregunto que es tan importante para que me sientas tan triste y ansiosa.

    A veces he sentido miedo porque e llegado a casa sin enterarme podría haberme ido, no se, muy lejos y no me habría enterado.

    Huí …que royo te estoy metiendo sorry.

    Un beso

    Entre la música y leer esto ufff muy bueno

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  7. Senses, podemos utilizar la carretera como una metáfora del tiempo que vivimos y los pensamientos y las reflexiones, como la propia vida que a veces en el presente se nos muestra como una fantasía, como un recuerdo, y las máscaras son necesarias, sino los demás saldrían corriendo muertos de miedo.
    ¿Fascinantes las rotondas?, sí, son alucinantes, sobre todo otro tipo de rotondas-curvas.
    Abrazos.

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  8. Pas, sabia reflexión. Me ha gustado el adjetivo "desnortado", lo pienso utilizar cuando tenga la primera ocasión, sin connotaciones peyorativas, sino como una virtud, como un símil de libertad.
    Para seguir adelante solo hay que mirar al frente, la vida no se detiene, o te subes al tren o te quedas en tierra
    Saludos.

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  9. Fayna, yo creo que los pensamientos son como la televisión, con series, informativos, documentales, telebasura y anuncios, y estoy seguro que ellos nos piensan a nosotros.
    Haciendo yoga, cuando logras parar todos los pensamientos, en ese silencio, en esa presencia estás tú. Hay gente que durante ese pequeño experimento se han reconocido y se han saludado a sí mismos, cosas más raras se han visto.
    Un abrazo.

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  10. Julia, si durante el viaje utilizas la música, con banda sonora propia (te aconsejo apatrullando la ciudad, del Fary), filmando la carretera, guión improvisado, protagonizando y dirigiendo la película tú misma, practicamente has grabado como mínimo un corto. Si la película es cómica, un drama o de terror (las noticias), eso ya es cosa tuya.
    Por lo que cuentas, tu piloto automático trabaja más de la cuenta, espero que tengas un detalle y le regales algo en Navidad.
    Un abrazo.

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  11. Nada como llegar a casa y poder cambiar de máscara o de rol, qué más da....la vida está dando sus pasos delante de nosotros y si seguimos pensando vamos rezagados.Hay que vivir sintiendo cada alegría o cada dolor y desautomatizar al piloto interior. Besos. Me recordaste mis regresos en la noche.

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  12. Claudia, siempre nos escondemos, mediante máscaras o debajo de unos versos.
    Un abrazo.

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